Habitación del grito, 2013
Aún recuerdo la obra que presentó Alicia Framis (Barcelona, 1967) en la colectiva Extraordinary Rendition en 2008 y en la galería Helga de Alvear. Era una pieza sobre el Museo de Guantánamo, que tuvo su continuación en un workshop en el Instituto Europeo de Diseño. Y la performance que realizó en la penúltima edición de ARCO, en 2012, cuando una decena de mujeres pasearon por sus pasillos la pertinente pregunta: ¿Dónde está el futuro? El suyo la ha llevado ahora a ser la profesora de performance en el Artez Institute of the Arts de Arnhem, en Holanda.Enumero estos datos porque nos sitúan temporal y geográficamente, pero también apuntan dos rasgos capitales del trabajo de la artista: su fuerte implicación civil y su carácter participativo y didáctico. Tras la implicación contemplativa de su obra, el espectador, convertido en actor, tiene un mayor conocimiento racional y emocional de los temas que aborda.
En esta ocasión, se estrena en la galería Juana de Aizpuru con Departures/Salidas (2012-2013), un proyecto que aúna la idea de poder viajar a países imaginarios creados por la literatura y el cine, desde una inalcanzable Utopía hasta el único destino que realmente existen, la futurista e inhabitable Brasilia. Son grandes dibujos a lápiz que simulan los paneles informativos de los aeropuertos que dan cuenta del estado de vuelo a estos lugares imposibles, de Ciudad Radiante a Planet X: embarcando, en el aire, retrasado, cancelado... Un termómetro verbal de los sueños humanos y sus sucesivas e inevitables claudicaciones.
Los habitáculos están dedicados a 'lo prohibido', una suerte de cárcel panóptica en la que cada celda encierra una prohibición cultural, desde el adulterio hasta declarar la guerra. Son sus habitaciones imposibles, que dan título a la exposición. A 'la memoria y el olvido', dedica un cubo de metacrilato que hospeda una montaña de Metyrapone, un medicamento que borra o amortigua el dolor de los recuerdos traumáticos y que la artista presenta por primera vez como una oferta alternativa, en la que podemos optar por fijar los sucesos en la mente o por hacerlos difuminarse como aire. Por último, para la exteriorización del enojo y la ira, nos invita a entrar a la Habitación del grito, donde el visitante, gracias a un mecanismo informático, puede convertir el suyo en un objeto físico, un recipiente único y un volumen conformado por su voz.
Son metáforas del avatar humano, tanto en la ineludible circunstancia presente como en la suma de ensueños del pasado y, también, como quiere la propia artista, 'lugares morales' en los que ejercer con legitimidad y coraje, y quizás osadía, el propio libre albedrío. ¿Dónde esta el futuro?, se preguntaba Alicia Framis. Parece ofrecernos una respuesta abierta: allí dónde el imaginario acople fantasía y pesadilla, allí donde la evocación no haga sufrir o duela, habilitemos la trasgresión y demos forma útil a la furia.