Monet: Las rocas de Belle-ite, en la costa salvaje , 1886
¿Es el horizonte el lugar de la pintura, la línea donde se concentran los retos y las paradojas de la actividad pictórica? Esta exposición lo analiza con una curiosa reunión de horizontes pintados y fotografiados, con alguna incursión en el mundo de la escultura, la instalación y el Land Art.
Grosso modo, hasta entonces el cuadro era como un escenario en cuyo interior, habitado por dioses, personajes mitológicos y héroes, se narraban leyendas. Con la incorporación del paisaje y el horizonte, la pintura va disolviendo esta dimensión narrativa, sustituyéndola por nociones como la imaginación, la subjetividad, la infinitud... En todo caso, los paisajes y el horizonte abrirán el camino a la abstracción y acabarán por convertirse en pantallas en blanco en las que el espectador proyectará su intimidad, sus sueños.
La exposición no sigue un hilo cronológico sino que se estructura en núcleos temáticos buscando las asociaciones entre obras de periodos y artistas muy diversos. Martina Millà, comisaria de la muestra, ha explicado que el punto de partida es la noción de anacronismo, tal y como la ha definido el historiador Georges Didi-Huberman: frente a la linealidad de la historia del arte académico, éste entiende que presente y pasado están en constante diálogo e intercambio, y alumbran dialécticamente significados. La pregunta que nos hacemos es si todo es relacionable y si todas las imágenes se prestan a ese ejercicio de diálogo cruzado. Las asociaciones inesperadas representan la aportación de la muestra, pero tal vez algunas de estas conversaciones pueden derivar simplemente en monólogos de sordos.
Marc Chagall: El viejo y el cabrito, 1930 (detalle)
Falta saber cómo se interrelaciona Perejame con Urgell y Miró. Aquél presenta Quatro horizontes (1991), líneas realizadas con marcos dorados sobre la pared que dibujan la silueta de un paisaje. Puro fetichismo, porque en esta obra intuimos la voluntad de tocar, de hacer palpable ese espacio que con Urgell, y especialmente con Miró, se ha convertido en algo ilimitado, casi virtual. Perejaume intenta asir ese horizonte infinito manipulando el marco de la pintura, aquello que lo delimitaba. De alguna manera, se cierra el círculo.