Hisae Ikenaga
Acaba de aterrizar en Miami Beach. Apenas lleva una semana deambulando por la Lincoln Road, una calle de edificios blancos llena de palmeras. Hisae Ikenaga (México, 1977) ha ido hasta allí gracias al programa de residencias ArtCenter South Florida organizado junto a AC/E y su programa PICE, después de que el mes pasado estuviera Juan López y antes de que aterrice el próximo enero la comisaria Cristina Anglada. Durante todo este mes, Hisae desarrollará un proyecto que presentará a finales de diciembre. Dice estar recogiendo ya materiales de aquí y de allá. Siempre parte de un objeto no natural, preexistente, fabricado en serie, industrial y presente en nuestro entorno cotidiano. Puertas, persianas, mesas o sillas que descompone, descuartiza o transforma a su antojo. "Intento transformar lo que tengo a mano para hacerlo diferente y que te haga pensar que hay algo más allá de lo que parece. El arte me sirve para opinar, criticar, preguntarme, cuestionarme... Para intentar entender. Me gusta trabajar con cosas que encuentro en cada lugar y en Miami, de momento, estoy recopilando información. La ciudad es fascinante", dice.No es el único proyecto que tiene en mente. En marzo participa de la exposición que la comisaria Virginia Torrente prepara en Tabacalera, en Madrid. En tan peculiar espacio, y como el resto de artistas de esta colectiva, preparará una gran instalación in situ. Pienso en sus obras anteriores: Plástico zen (2001), Aislado (2006), Fuga de parqué (2008) o Malformaciones de fábrica (2008-2010). Todas denotan algo que no va del todo bien. Su última exposición en la galería Formato Cómodo, Multifunción, seguía hablando de lo opresivo, de lo inestable.
Montaña de árboles, 2013. Galería Formato Cómodo, Madrid
-Suele decir que sus obras son "felices accidentes". ¿Son azarosos o provocados?
-Eso de "felices accidentes" viene de Bob Ross, un pintor que hacía vídeos sobre cómo pintar y que pasaba por la televisión. Pintaba diciendo qué iba a hacer en cada momento. Cuando algo no salía como él decía, lo cambiaba diciendo que era un "feliz accidente". Hay momentos en los que desarrollo mis ideas igual. Hay cosas que salen de mi control y cambian la idea inicial. No me gusta aferrarme a que las cosas sean de una manera o pensar que yo tengo el control de cosas que dependen de otras circunstancias. La palabra "felices" habla de la aceptación. De aprovechar lo accidental que tenemos constantemente alrededor.
-En su última exposición en Madrid, Multifunción, vimos una obra que se distanciaba un poco del objeto. Era Montaña de árboles (2013). Háblenos de ella...
-La obra consistía en unas montañas de astillas de madera (el desguace rompen la madera para después reciclarla), que ocupaban la parte posterior de la galería. En esta obra me interesaba volver a una serie que hablaba de la manipulación de la naturaleza por parte del hombre. La sensación era asfixiante. Es un desorden aparentemente natural, pero esencialmente artificial; un juego de equívocos entre lo que es y lo que parece.
Muebles apilados, 2007
-Desde hace varias décadas, el arte ya forma parte de nuestro entorno cotidiano, sólo hace falta estar atento. Suelo trabajar en los espacios que tengo a mano y las oportunidades que ofrecen.
-¿Es difícil para un artista trabajar en un momento como éste? ¿Puede ganarse la vida como artista?
-Si pensamos en España sí es difícil sobrevivir como artista. Nunca se ha reconocido mucho el papel del artista. Antes, cuando había dinero, se repartía y algo llegaba al artista. Ahora no llega nada. Nos piden que trabajemos gratis, porque nadie cobra y eso pese a ser la base de la estructura "mundo del arte". No sólo es triste, sino denigrante. No me gusta centrarme en el tema económico, pero lamentablemente vivimos en una sociedad en la que todo se paga con dinero, por lo que es una falta de respeto pedir constantemente colaboraciones gratuitas a los artistas sin permitir al artista cubrir sus necesidades básicas...