Jeff Wall: Casa de empeños, 2009
Era una de las exposiciones más esperadas de la temporada. La colaboración del comisario Jean-François Chevrier con el Reina Sofía. Una muestra que habla la relación biográfica de la obra y el autor mediante esculturas, pinturas, vídeos y documentos de la mano de artistas como Richter, Giacometti, Hains o Klee, que dan vida a un ensayo literario sobre el arte, su presente y su ciclo vital. La finalidad es examinar las formas biográficas del arte moderno. ¿Objetivo conseguido?
Estamos ya acostumbrados a ver este tipo de exposiciones de "ilustración de tesis", acumulativas y embrolladas, en el Museo Reina Sofía. Se nos prometen en esta ocasión 270 obras, pero ya se habrían imaginado que una gran cantidad serían documentos impresos -la mayoría- o manuscritos, en sus correspondientes vitrinas. No hay sorpresa, por tanto, pero sí una particularidad preocupante. Se puede justificar la inclusión de una revista o un libro muy especiales, por mucho que el espectador sólo pueda contemplar la portada o un par de páginas -el documento objetualizado y privado de su función-, de una carta, o un dibujo incluso cuando no tuvo nunca intención de ser "obra"... pero, ¿es el museo el lugar para exponer facsímiles y "copias de exposición" que no son más que reproducciones?
Louise Bourgeois: Él desapareció en completo silencio, 1947
El comisario ha dejado claro que deseaba dejar fuera del suyo los grandes nombres y las hagiografías. Mas, si hablamos del vínculo entre la obra y la biografía en la contemporaneidad, ¿cómo no mostrar ejemplos de artistas tan influyentes, y en este mismo tema de estudio, como Frida Kahlo, Joseph Beuys, Alighiero e Boetti, Andy Warhol, Bas Jan Ader, Sophie Calle, Bruce Nauman o, incluso, Tracey Emin? O tantos fotógrafos que han documentado o ficcionalizado en detalle su existencia, sus espacios vitales, su familia y que se han transformado en otros....
Michelangelo Pistoletto: Biennale 66, 1966
Una estupenda pared con obras fotográficas de Günter Brus, Francesca Woodman y Claude Cahun nos da idea de lo que esta exposición podría haber sido. Es también muy buena, a pesar de no contar con las mejores obras teatrales de Munch, la sala que las confronta con las de Alfred Kubin, Brus y documentación sobre escenificaciones de Strindberg. Impresiona la habitación 202 del Hotel de la Amapola, de Dorothea Tanning, y se valora la selección de Louise Bourgeios, a la que, sin este corsé literario, se debería haber dado mucho mayor protagonismo. Philip Guston goza de una buena representación, así como Valie Export, y son dignas de verse, aunque no vengan a cuento, las dos grandes fotografías de Jeff Wall. Chevrier es un experto en fotografía, y nos ofrece la posibilidad de admirar a algunos de los grandes del medio, como Henri Le Secq, Raymond Hains, Walker Evans (¿?), Duane Michals, Santu Mofokeng... E incluso organiza tres pequeñas exposiciones dentro de la exposición. Una sería la mencionada sala sobre Tadeusz Kantor, con obras plásticas suyas, elementos escenográficos y algún eco artístico; las otras dos se sitúan en los márgenes del argumento, con las célebres por polémicas fotografías de la palestina Ahlam Shibli, y con los grabados sobre el viejo París de Charles Meryon. Lo del skater Ed Templeton, que emergió el año pasado como artista... pues sí está muy relacionado con la construcción biográfica pero, la verdad, sus composiciones de fotografías y notas parecen hechas hace 30 años.