Federico Guzmán, la alegría del corazón
Territorio liberado
17 enero, 2014 01:00La Geometría del cariño, 2013
El corazón y el círculo son las formas repletas de colores que protagonizan las pinturas de Federico Guzmán (Sevilla, 1964), de quien no se veía una individual en Madrid desde 2008, de manera que nos hallamos ante todo un acontecimiento. Otras formas elementales utilizadas son cuadrados, triángulos y espirales con colores cálidos y saturados, como en La geometría del cariño. A veces surgen del negro y otras se despliegan hasta el blanco, con un simbolismo simple (maldad/bondad), para aludir al horror por ejemplo de las mortíferas minas antipersonales, o bien a la solidaridad fraternal de los niños, representados en fractales en la pieza El mundo nuestra familia. Es evidente que al artista le interesa una producción plenamente comunicativa, basada en la intuición y con fe intacta en la capacidad empática del arte para, con granitos de arena, cambiar el mundo, sí, desde nuestra experiencia sensible, emocional y cognoscitiva compartida.Mientras algunos se empeñan en la documentación, verídica o ficticia, formalmente sofisticada y escueta, este artista cosmopolita es fiel a sí mismo y tiene muy claras sus líneas de trabajo y su papel como agente en el sistema del arte. Desde el principio, cuando se le clasificó como uno de los integrantes de la Nueva Figuración Sevillana, hizo gala de cierto ingenuismo, que le llevó a elogiar los repetitivos garabatos infantiles como "la magia del dibujo". A partir de sus estancias en Nueva York y Bogotá a finales de los años noventa su trabajo se hizo cada vez más colectivo, en el cruce de lo ecológico y lo cultural, línea que todavía continúa hoy en un desarrollo casi alquímico en su proyecto Tomaco. Al tiempo, fue desplegando una actividad docente, en talleres y conferencias, colaborativa y muy a favor del copyleft y el intercambio de archivos.
En los últimos años, no ha dejado de crecer su participación en ARTifariti, los Encuentros Internacionales de Arte y Derechos Humanos en el Sáhara Occidental, organizados por el Ministerio de Cultura de la República Árabe Saharaui Democrática y la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de Sevilla, de los que son fruto el reciente libro Memorias nómadas, junto a Alonso Gil y Carlos María Beristain. Y aquí, el maravilloso cuento en vídeo La estrella luminosa (2010) -formalmente, un dibujo mágico a lo Kentridge pero con arena-, además de pinturas y otras piezas recientes, como la funcional El amor de la lumbre, que si al visitante no le calienta el corazón es porque ya se le quedó de piedra con tanta crisis, fraude y decepción. Arte político, sí, pero no propaganda, destinado a movilizar "desde la alegría del corazón" nuestra actitud en la vida, desde el drama de los territorios ocupados hasta la recuperación de nuestra dignidad y de los derechos que creímos conquistados en la sociedad del bienestar y que nos arrebatan cada día. Porque el mundo está cada vez más interconectado y los individuos sufrimos males más parecidos.
Sin embargo, porque pese a las décadas de sometimiento del pueblo saharaui por aquí no sabemos tanto, Federico Guzmán presenta un gran mural con el Mapa de la Resistencia de El Aaiún, con testimonios visuales de mujeres y hombres que han sufrido detenciones ilegales, desapariciones forzosas y toda suerte de violaciones de los derechos humanos, al otro lado de la frontera de 2.800 kilómetros que les separa de sus familiares en el campo de refugiados al sur de Argelia.
Es un acierto que a la salida volvamos a ver Ojos de la noche porque, como dice el artista, esta reclamación por la liberación también es inseparable de la experiencia del límpido y tachonado firmamento estrellado en África, o fuera de la ciudad.