Walking on Thin Ice, 1981 (detalle)

Yoko Ono es una artista pionera, atípica, singular. Dueña de una obra basada en ideas e instrucciones verbales para realizar acciones muchas veces utópicas. Acciones que siempre exploran los límites de la existencia humana, que vamos a poder ver en la gran retrospectiva que le dedica el próximo 14 de marzo el Museo Guggenheim, Half-A-Wind Show. Retrospectiva, con casi 200 obras entre instalaciones, objetos, películas, dibujos y fotografías, que ofrecen una amplia visión de la producción de este referente del arte conceptual y la performance. Dos de las más célebres las repetirá el próximo miércoles 12 en Bilbao, junto a una nueva: Pintura de acción. Una artista total.

Cuando los bombardeos aliados iluminaron de fuego el cielo de Tokio, la familia de Yoko Ono, perteneciente a la clase alta y cultivada japonesa, escapó hambrienta al campo a fin de sobrevivir. Parece posible pensar que el aislamiento, el desarraigo y la necesidad de imaginar para subvertir la vida corriente y su ingratitud y la injusticia de la existencia marcaron su biografía al menos desde ese momento. También quizá el fuerte sentimiento de no encajar en ninguna parte comenzara en esas mismas fechas. Yoko Ono (1933), una de las figuras artísticas más preeminentes de las últimas seis décadas, absoluta adelantada a su tiempo y pionera en áreas tan aparentemente separadas como el arte conceptual, el videoarte, la performance, la poesía minimalista, la música rock experimental y el pop de baile, ha sido al mismo tiempo una de las más caricaturizadas, difamadas mediante la mentira sobre su vida privada y obra, minusvalorada, cuando no arrinconada, insultada y maltratada.



La hoy octogenaria artista y música niponeoyorquina parece haber (sobre) vivido varias vidas y ha sido hasta cuatro veces extranjera. Su condición de japonesa emigrada a los Estados Unidos (nunca más japonesa en Japón ni estadounidense en su nueva casa) condensa dos de ellas. Su fuga desde la vanguardia artística más radical a la cultura popular menos complaciente, la tercera. Su expulsión del paisaje del rock por parte de los beatlemaníacos más cerriles y poco despiertos junto con la prensa amarilla y musical aprovechaba el odio post traumático tras la separación de los Beatles para vender papel, la cuarta. Desde que en 1968 se convirtiera en compañera de Lennon, Yoko Ono encarnó la leyenda de la bruja malvada al final del bosque, en una nueva personificación de la quimera occidental del demonio amarillo. Su vida y su obra sirvieron de blanco del racismo, el machismo y lo brutalmente reaccionario en toda su extensión en pleno combate de muchas de las últimas y aún no extintas guerras mentales de la humanidad.



Yoko Ono es una de las figuras artísticas más preeminentes de las últimas seis décadas

El caso de la canción Imagine resume muchos de los juegos de fuerza en que se sitúa la creación de Ono y su ignorada influencia. Pocos ejemplos hay tan magnos como esa canción, de una apariencia sencilla y con la que se identifica la juventud global; una juventud que en el tiempo en que la canción fue lanzada al aire, se había convertido en clase que luchaba contra otras y junto a otras oprimidas. También con pocas canciones se identifica más a quien la firmó, John Lennon. Pero quizá haya que escuchar lo que el mismo autor declaró sobre la composición algún tiempo después de su publicación: "mucho en ella -la letra y el concepto- vino de Yoko, en aquellos días yo era un poco más egoísta, un poco más machista, y en cierto modo omití su aportación, pero salió de Pomelo, su libro, donde hay un montón de piezas en plan "imagina esto, imagina lo otro"... ahora reconozco la deuda que tenía con ella desde hacía tanto tiempo". Yoko Ono, la mujer maldita por medio mundo estaba dando su aliento al himno global de la paz, susurrando a la sombra de un ídolo, después santo laico. "La artista famosa más desconocida del mundo", la llamó Lennon.



Pomelo, Grapefruit en inglés, el libro de 1964 que inspiró Imagine, contenía muchas de las características del arte de Yoko Ono. Se trata de un conjunto de poemas o textos breves, escritos desnudos y mínimos donde se aprecia la refinación y sencillez de los haikus japoneses y el humor con forma de flash de la consciencia de los koans del budismo zen. En ellos, Ono propone instrucciones como si fueran partituras mentales, acciones que pueden hacerse pero que, al ser leídas para experimentarlas, también debían ser primero imaginadas por el lector. Todos los temas posteriores y anteriores de las obras más o menos físicas de Ono están en Pomelo.



"La artista famosa más desconocida del mundo", la llamó John Lennon
En Imagine, gracias a esa influencia, se invierten (los estereotipos sobre) los equilibrios de fuerzas entre el arte más inmaterial y la música popular. Así, aunque en cierta manera toma aspectos de una canción de protesta (más bien de propuesta) en consonancia con la concienciación Hippie-Yippie del rock de finales de los 60, también en otra parte, la mitad menos evidente, la más secreta, en su mitad Ono, hereda buena parte de las proposiciones del arte Fluxus, de un arte y una música mentales. Lo que Imagine traduce al lenguaje de una balada de estadio del campo artístico conceptual, de Fluxus con toda su herencia de Duchamp y John Cage, y de la propia singularidad de la propuesta de Yoko Ono, es su capacidad de juego, su poesía de lo más que leve, su sencillez y desenfado. Sobre todo en lo que tiene de propuesta de convertir el acto de imaginar en un acto de creación de un mundo nuevo. Así, lo que más la convierte en un acto político y peligroso para el statu quo vigente no es tanto su mensaje directo (de un tinte socialista-anarquista menos básico de lo que parece en un simple análisis), sino la sencillez ilusa, tan Fluxus, tan Ono, con que se propone al oyente que complete subvierta el orden del mundo, mediante su imaginación.



Por supuesto, nada de esto se encuentra lejos de la música que la misma Yoko Ono ha creado durante varias décadas. Dentro de la música real, más allá de las partituras mentales de Pomelo, pocos creadores abarcan un terreno tan amplio como Ono. Aún valiéndose de su formación en piano, composición y canto de lírica durante sus años de infancia, crea su primera obra en 1955. Entre 1959 y 1961 organizará junto a La Monte Young, los doce fines de semana de las Chambers Music Series, hoy considerado el principal catalizador del origen de Fluxus. Luego, tras conocer a Lennon, se unirá a él en hasta seis discos conjuntos donde irán del puro collage sonoro concreto-electroacústico a la salvaje experimentación con el rock psicodélico, el grito primario y el extremo estilo vocal derivado del hetai, forma de canto dramático propia del teatro japonés kabuki, con colaboraciones de músicos de la talla de Ornette Coleman, así como también discos más reposados como Some Time in New York City o Double Fantasy. En solitario, verán la luz una serie de álbumes muy notables donde destacan Fly, Approximately Infinite Universe, Feeling the Space o el enorme Season of Glass de 1981. En ellos van apareciendo el rock convencional, las baladas, el pop naif japonés, el funky y la música dance, el rock de la nueva ola, el pop electrónico, siempre apoyados en una carga de profundidad conceptuales que no rehúyen del contenido social, en especial un marcado e inteligente feminismo.



Ono busca lo esencial en un sentido estricto, la confianza en la transformación

Poco de ello ha encontrado su justo reconocimiento, aunque en la última década la mayor actividad de Ono en el campo del Pop ha ido de la mano de un creciente aplauso de su trayectoria singular. Algo parecido ocurre en el orden de las artes visuales. Como explica Ingrid Pfeiffer en su texto para el catálogo de la exposición del Museo Guggenheim, resulta complicado valorar de manera justa toda la obra de esta artista total debido, por una parte, a que se trata de una figura histórica del arte posterior a 1950, avanzada del arte conceptual, la performance y el contenido socio-político, y por otro, por tratarse de una artista actual, que no obstante acostumbra a reutilizar, versionar conceptos ya tratados con anterioridad.



Como decíamos de Pomelo e Imagine, quizá una característica de Ono como artista visual y plástica es que cada una de sus obras sean más o menos materiales, más o menos declarativas o sutiles, parece contener una serie de temas elementales y de funcionamientos. De alguna manera se puede mirar cada obra como un mundo imaginario en sí. Y, al mismo tiempo, todas ellas, surgidas en diferentes momentos, al reunirse componen una imagen aún más amplia y profunda de tales ideas, conceptos y averiguaciones plásticas. Como un océano está contenido en una de sus gotas. Como un pedazo de cielo visto a través de una rendija es el cielo mismo.



Durante más de 50 años, ha ido anticipándose a todas las posibilidades artísticas
¿Cuáles son esas ideas y temas? La propuesta al público de una obra que tiende a no ser un objeto sino algo que se puede pensar, para que éste la complete mediante un proceso en que actúa la consciencia. La confianza en la transformación de las cosas, frente a la idea de destrucción y, abrazada a ella, la búsqueda de obras que permitan curar la mente, reparar antagonismos y conflictos. El uso del humor nunca irónico ni cínico, muchas veces sí absurdo, y de la pureza del juego infantil y/o poético. Lo elemental en un sentido estricto: el agua como elemento unificador, el fuego como fuerza alteradora, el cielo como metáfora de lo no limitado, de la libertad total, el cuerpo y el sexo como campos de batalla y de exterminio de la diferencia, la luz y la sombra como pantallas en que amplificar la diferencia entre lo ilusorio y lo real.



Para Yoko Ono, se trata de alcanzar con el arte una visión de la realidad que manifieste lo que está más allá de sus formas, y de la complejidad con que tal realidad se nos aparece en las fatigas de la vida corriente. Para ello, durante más de 50 años, ha ido anticipándose a todas las posibilidades artísticas, en una carrera estelar que incluye numerosas técnicas, métodos y sistemas que cada vez que se asoman en su totalidad sorprenden por su amplitud y por la riqueza de su simplicidad.