Ulla von Brandenburg: Innen Ist Nicht Aussen, Secession, Viena, 2013

CA2M. Av. de la Constitución, 23. Móstoles (Madrid). Hasta el 21 de septiembre.

En este momento álgido de la moda de lo performativo, la noción de performance se contrae hasta aspectos muy específicos (como ocurre en la muestra Conferencia performativa en el MUSAC, centrada en lo lingüístico), o bien se expande en hibridaciones que la conectan con toda suerte de disciplinas y campos de reflexión en el arte contemporáneo. Esta es la perspectiva elegida por la comisaria de Per/Form, Chantal Pontbriand, fundadora y editora de la revista Parachute y pionera en este ámbito, desde que en 1980 creara el festival internacional Performance, que ya acogió un foro de debate con los principales pensadores de la Posmodernidad. La pregunta "¿qué es una performance?" sigue suspendida en el aire, cada vez más abierta. Y también por qué en la última década se ha convertido en una manifestación imprescindible del bienalismo y en museos y centros de arte.



Las respuestas son muy variadas y posiblemente todas válidas: el afán participativo de los públicos en una experiencia viva casa a la perfección con el interés de los museos para establecer nuevas relaciones con la sociedad, así como con su necesidad política y económica de conseguir buenas cifras de asistencia. Además, el evento performativo es el más democrático, en cuanto experiencia compartida por artistas y audiencias, aunque también el más exclusivo, por su exigencia presencial y efímera. Quizás, en el fondo, la razón de su éxito radique en que, como afirma Esther Ferrer, sea la mejor clave para comprender qué es el arte contemporáneo desde finales de los 50 del siglo XX, cuando irrumpieron los festivales Fluxus y los eventos en el decisivo giro conceptual, una tradición que todavía al público general le cuesta digerir. Es decir, lo performativo como el núcleo de propuestas y prácticas artísticas implicadas en cambiar percepciones, mentalidades y comportamientos individuales y sociales sería el posicionamiento de la comisaria al subrayar su necesidad en este "tiempo de crisis generalizada, indicativo de un fuerte deseo colectivo de cambio". Ante un mundo de incertidumbres y sin respuestas, que debemos encontrar por nosotros mismos y actuar en consecuencia, las propuestas de los artistas pueden servirnos de ayuda. Ello lleva lleva a que Chantal Pontbriand denomine a los sujetos del público "reactivadores" de nuevos horizontes "de avance y placer".





Una de las performances durante la inauguración



No extraña, por tanto, que entre los artistas elegidos, algunas de sus piezas estén directamente comprometidas en temáticas biopolíticas (Falke Pisano, Pedro Reyes), poscoloniales (Mathieu K. Abonnenc, Koren Ergun, Simon Fujiwara) y cuestiones de género (Geneviève Cadieux, Chiara Fumai, Cristina Lucas, Julião Sarmento); también con la problemática de las vías y cauces del conocimiento actual desde lo virtual a lo didáctico y lo gestual (Franck Leibovici, Sandra Johnston, Laatifa Laâbissi) y en la colaboración social y la posibilidad de crear comunidades (Karen Mirza & Brad Butler, Köken Ergun, Roman Ondák, Chloé Quenum). Además, se abordan aspectos experimentales para la motivación de nuevas conciencias a partir de sensaciones corporales (Cevdet Erek, Ines Leichleitner, Haaron Mirza). Y también hallamos a las artistas españolas más destacadas en esta plural tradición performativa: Esther Ferrer, Dora García y La Ribot. Un gran mosaico internacional para un proyecto muy complejo en el espacio del CA2M, que se intenta convertir en eje de una dinámica centrípeta y centrífuga para acoger al 70% de público de Móstoles, más el otro 30% hiperespecializado, profesional.



Siempre al dictado de una concepción procesual, asistimos a un amplio abanico de instalaciones y vídeos y, por supuesto, performances más o menos colaborativas agrupadas en tres "días de intensidad", en los que se celebrarán charlas y coloquios en el Intensity Lab, alojado en la Casona, donde a modo de "brain" podrá disfrutarse de una síntesis visual, textos y la proyección de las grabaciones de las performances, según se vayan sucediendo (también en la web, pero no en streaming).



Hasta donde puede llegar la crítica de lo que está por suceder, mi impresión es la de un montaje compacto y hospitalario en las tres plantas, con una fantástica instalación en la escalera de Ulla von Brandenburg, y con algunos vídeos imprescindibles, como Grosse Fatigue de Camille Henrot e Inconsistencia Material del mexicano Héctor Zamora, presentados en las últimas bienales de Venecia, Estambul y São Paulo.