Sin títuloShe Dances on Jackson. United States, 2011-2012 (detalle)
Un aplauso sostenido acompaña la visita de Vanessa Winship (Barton-upon-Humber, Reino Unido, 1960) estos días a Madrid, palmoteo que se remonta a 2008, cuando ganó el Godfrey Argent Award otorgado por la National Portrait Gallery de Londres y el primer premio de la categoría Stories del World Press Photo, con el que ya se alzó en 1998. En 2010, fue el Descubrimiento de PHotoEspaña y, un año después, la primera mujer ganadora del prestigioso Premi Henri Cartier-Bresson. No deja de ser curioso que el destino los una ahora de nuevo en la Fundación Mapfre, donde Winship acaba de inaugurar la nueva Sala de Exposiciones Bárbara de Braganza, y donde el célebre fotógrafo francés llegará a finales de junio con la gran retrospectiva que esta primavera presentaba el Centre Pompidou de París.Algo hay, también, en Winship de ese instante decisivo del que tanto hablaba Cartier-Bresson, esas "imágenes a hurtadillas" surgidas de poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo momento del clímax de una acción. Las que ella captura están en el cruce de la crónica y la ficción, en el resbaladizo terreno de la memoria. Seguramente sea por eso, por lo que siempre retrata en blanco y negro, el lugar por excelencia de lo abstracto, del tiempo sin definir.
Con él ha jugado para presentar esta exposición, su primera gran retrospectiva, que aglutina una selección de 188 fotografías ordenadas cronológicamente. Las más antiguas son de 1999 y 2002, cuando Winship recorría los Balcanes en tiempo del conflicto bélico en la ex-Yugoslavia intentando escapar del mero reportaje fotográfico. La tragedia del éxodo de refugiados albanokosovares desde Serbia hacia países vecinos le proporcionó una buena colección de historias, como la serie Imagined States and Desires. A Balkan Journey, donde empezó a reflexionar sobre lo volátiles que son las fronteras emocionales. En 2002, se trasladó a la zona del Mar Negro donde hizo una de sus obras más conocidas, Black Sea: Between Chronicle and Fiction. El mar como una frontera natural le sirve para hablar, de nuevo, de los límites marcados por la geopolítica y la historia, del espacio vital de cada nación, de lo que es un espacio público y otro privado. Ideas que definen un trabajo que no deja de ser un viaje circular, siempre centrado en lo que permanece y sobrevive del devenir social y político.
Hasta 2007 saltamos para encontrar otra de las obras clave de su producción, Sweet Nothing; Schoolgirls of Eastern Anatolia. Los uniformes de esta serie de retratos a escolares de la zona rural del Este de Anatolia le sirven para "marcar" un territorio donde las fronteras no están netamente señaladas en los mapas. Una idea de pertenencia convertida en un acto de fe que vemos, también, en los muchos retratos en los que Winship se vuelca en Georgia durante 2008 y 2010. En ese estudio sobre la identidad sobrevuela cierta idea de muerte prematura, potenciada por las fotos de lápidas de cementerio, las únicas fotos en color de Winship. Aunque el gran interrogante sobre el peso del pasado lo plasma en la serie She Dances on Jackson. United States, de 2011, en la que rostros anónimos desvelan su desilusión por las promesas del sueño americano. Es el acercamiento de Winship al paisajismo fotográfico, el protagonista de las últimas fotografías que ha hecho en Almería y que cierran esta exposición. Inspiradas por Campos de Níjar, de Goytisolo, son imágenes de una desolación paisajística tan fuerte como el sentimiento de desarraigo del que hablan sus fotografías. Un silencio incómodo, inestable y vulnerable. Ya lo dice uno de los títulos: la dulce nada.