Frame del vídeo Maniac Summer #2, 2013

Galería Elba Benítez. San Lorenzo, 11. Madrid. Hasta el 26 de julio. De 25.000 a 150.000 euros.

Los cinéfilos conocerán sin duda el trabajo de Chantal Akerman (Bruselas, 1950) a pesar de que sus últimas películas, cada vez más espaciadas en el tiempo, habrán tenido que verlas en festivales, ciclos de cineclub o vídeo (en 2011 la editora Intermedio comercializó el cofre Exilios, reuniendo en DVD sus diarios de viaje), porque no pasan por las salas comerciales ni, que yo sepa, por la televisión. No me toca a mí presentar su faceta como directora de cine y documentales de marcada personalidad, por la que goza de extenso reconocimiento internacional, sino referirme a su actual comparecencia en la Galería Elba Benítez, que muestra su obra por segunda vez después de haber adaptado, en 2005, la vídeo-instalación From the other side (Desde el otro lado), realizada para la Documenta 11 de Kassel de 2002.



Akerman no es una recién llegada al circuito de las artes plásticas y esta porosidad entre la obra fílmica y la artística no es por tanto en ella circunstancial; otros realizadores hacen colaboraciones puntuales con artistas, participan en proyectos curatoriales o incluso protagonizan exposiciones en museos sin que por ello podamos hablar de una "doble vía". Su primera instalación museística es de 1993 y, desde entonces, ha ido produciendo cine y vídeo para el consumo artístico, movida ante todo por la libertad con la que disfruta en este ámbito y, según declaraba en una entrevista, por su mayor repercusión pública: en Nueva York (donde reside parte del tiempo), decía, sus películas aguantan una semana en cartel mientras que su exposición en The Kitchen se mantenía durante un mes el año pasado. Y no solo eso: trabaja con galerías de primera fila como Marian Goodman en Nueva York o Frith Street en Londres, y entre sus exposiciones institucionales destaca la celebrada en 2012 en el MUHKA de Amberes, la itinerante de 2008 en varios museos estadounidenses y, antes, la que le dedicó el Centre Georges Pompidou en 2003.



Hay en todo el conjunto rasgos del estilo de Akerman, con esa atención al no-acontecer en interiores

Fue en The Kitchen donde presentó las obras que ahora podemos ver en Madrid, Maniac Shadows y Maniac Summer, un vídeo de cinco canales (en realidad son tres, pues los laterales coinciden con dos de los centrales) y un conjunto de fotografías, acompañados de la grabación de la artista mientras lee la primera parte de su libro My Mother Laughs (Mi madre se ríe), que fue hecha allí. Lo que se muestra en Elba Benítez es un fragmento (muy acertadamente ubicada en el espacio de la galería) pues la lectura-performance, con un deformante acento francés, se prolongó durante más de hora y media y muchos de los asistentes empezaron pronto a abandonar la sala, para enfado de la autora. El libro habla sobre la vida cotidiana de su anciana madre y alude a su inminente fallecimiento. La vídeo-instalación es un inconexo collage de escenas domésticas y callejeras en las que la madre y la propia artista aparecen en actividades cotidianas sin ningún interés. Las fotografías parecido.



Hay en todo el conjunto rasgos del argumento y el estilo de Akerman, con esa atención al no-acontecer en interiores que funcionan como cárceles en las que se mata el tiempo, así como alusiones a la historia personal y familiar. La confrontación del espionaje casero de las habitaciones de varias viviendas que ha ocupado en diferentes países y la observación de latinos y negros de un calle en Nueva York, tal vez grabada con cámara oculta, con intermedios (lo mejor) que se detienen en ventanas, cortinas, mosquiteras y patios interiores, da lugar, en mi opinión, a un entramado de dudosa entidad visual y significativa. Todo parece filmado cámara en mano y sin planificación, sin que el montaje consiga generar no ya narrativa, a la que Akerman suele renunciar (salvo en sus películas comerciales), sino clima emocional, que es a lo que, supongo, ella iba. Creo que deberíamos exigirle más.