Medina Parkour, 2014

Galería Juana de Aizpuru. Barquillo 44, 1°. Madrid. Hasta el 25 de julio.

Jordi Colomer (Barcelona, 1962) ha sustentado el tronco vertebral de su trabajo sobre distintos pies complementarios. El primero fue el deslizamiento de lo escultórico hacia la arquitectura a mediados de los 90 (sus vitrinas y mesas con construcciones blancas) a las que sumó el segundo elemento, la teatralización forjada por la iluminación. Añadió, en el lustro siguiente, el vídeo, que sumaba a la escultura y la escenografía la acción, el movimiento y la trama, que dio pie a varias obras relevantes, como Simo, de 1997. Coincidiendo con el cambio de siglo, Colomer pasó de interesarse por la arquitectura a hacerlo por el urbanismo y, sobre todo, por el significado y las circunstancias de habitar las ciudades, con un horizonte cosmopolita y de diversidad cultural, para desde ahí desgranar pieza a pieza no sólo una pertinente reflexión sobre lo existente en distintos ámbitos geográficos, sino, también, y de manera más descreída y sarcástica, sobre la imposibilidad de la utopía en el mundo contemporáneo.



Su última exposición en Madrid se celebró hace ahora dos años en Abierto x Obras, en Matadero, donde presentó la videoinstalación Prohibido cantar, (2012) en la que un heterogéneo grupo de personajes fundaba, en un descampado barrido por el viento al borde de la cuneta de una carretera, un centro de ocio y esparcimiento que era una brutal caricatura de los desesperados intentos que exhibían sin vergüenza muchos gobiernos regionales por hacerse con copias baratas de la ciudad de Las Vegas, importando sus correspondientes mafias y alterando las leyes en beneficio de sus promotores.



Su galería madrileña de siempre muestra ahora cuatro obras nuevas. La que da título a la exposición, L'Avenir, 2011, remite a Prohibido cantar. En este caso, un grupo de personas de distintas nacionalidades "reconstruye" el sueño falansteriano del utopista Charles Fourier en un lugar desierto. El banquete consiste en compartir un modesto arroz. El falansterio es una maqueta que ha cargado por partes cada cual hasta ese lugar. Los trabajos personalizados resultan imposibles. El sueño de Fourier se convierte en seres olvidados en una playa.



Las otras tres obras, The Istanbul Map (2010), Crier sur le toit (2011) y Medina Parkour, (2014), componen un ciclo en sí mismas, y acontecen en un tipo de emplazamiento común, las terrazas de edificios de otras tantas ciudades del mundo. Terrazas que, si alguna vez se plantearon como lugares sociales, han quedado, sin embargo, fuera de uso y, como sostiene Colomer, son espacios invisibles, algo así como uno de los lugares de la heterotopía foucaultiana, la transformación del sueño en pesadilla. Una mujer otea el horizonte de Estambul e intenta cotejarlo con un mapa de la ciudad, finalmente acabará imprecando a uno y a otra en busca de respuestas que nunca llegan.



Colomer organiza una fiesta para que individuos anónimos puedan "pregonar" y "vocear" sus gritos eufóricos o de rabia, a los cuatro vientos en la ciudad francesa de Rennes y más próximos al cielo. Finalmente, él mismo salta y ocupa las terrazas de la ciudad de Tetuán, camino vecinal si no secreto sí peculiar de la población más joven. Un más que cumplido y atractivo montaje que hace de la experiencia de la visita una inmersión en las posibilidades de habitar el mundo que oferta el artista.