Unfired Clay Head, 2014
"Como ser humano, uno se da cuenta de que la noche anhela su espacio e inmediatamente se esconde en el zapato cuando te descalzas sobre la hierba mojada. Si uno se quita el zapato, la noche se introduce por esa misma entrada. A lo largo de los siglos, desde el momento en que se hizo el primer zapato, ha ocurrido siempre de la misma forma. Sin embargo, cuando uno pega la entrada del zapato, abre otra apertura en la punta y luego conecta un embudo o algo parecido, entonces crea una nueva entrada para la noche". Estas palabras escritas por Mark Manders (Volkel, Países Bajos, 1968) en 2010 podrían resumir la esencia del trabajo de uno de los representantes de la escultura postminimalista más laureados de su generación. Su currículo es apabullante. Desde su primera individual en 1990 Manders ha representado a Holanda en la 55 Bienal de Venecia (2013), ha expuesto en el Guggenheim de Nueva York (2010) o en la Documenta 11 (2002) y sus piezas forman parte de colección del Stedelijk Museum de Ámsterdam o del MoMA de Nueva York, entre otras.Mark Manders presenta ahora su primera exposición institucional en España en el Centro Gallego de Arte Contemporáneo de Santiago de Compostela. Esta muestra no sólo supone un hábil golpe de efecto al complicado momento que viven los museos gallegos, sino una inyección de credibilidad y confianza para un espectador hastiado de obras faraónicas y producciones culturales injustificables en su anacronismo. Visitar Curculio Bassos (su misterioso título) supone un reencuentro con el arte en su acepción más honesta, una experiencia cargada de un enigmático impacto visual, donde nada es lo que parece. Por ejemplo, el título es a priori un sinsentido, dos palabras del diccionario que parecen haber sido elegidas aleatoriamente; pero sin apenas darnos cuenta nos está dando una de las claves principales de su trabajo: la íntima relación que el artista mantiene con el lenguaje.
Desde 2005 desarrolla el proyecto Fake Newspapers, una serie de facsímiles que en su interior recogen todas las palabras de la lengua inglesa pero sólo una vez y sin un orden particular. Uno de esos facsímiles se titulaba Curculio Bassos y los textos rebosaban palabras sin sintaxis, como si no quisieran ser leídos. Algo semejante sucede en "La Biblioteca de Babel" el relato de Borges en el que una biblioteca infinita y eterna recoge toda la sabiduría de la humanidad en combinaciones de veinticinco signos ortográficos.Visitar esta exposición, la primera de Manders en España, supone un reencuentro con el arte en su aceptación más honesta
Esos mismos periódicos falsos aparecen una y otra vez en la obra de Manders. En el caso del CGAC, sirven para empapelar las ventanas de las salas. Una acción dual que por una parte tamiza la luz natural y por otro aparenta que el montaje aún está en proceso. Y es que Manders se caracteriza por el uso de elementos recurrentes que obedecen a una lógica precisa. Como el pintor Giorgio Morandi que retrataba una combinación infinita de botellas en un número infinito de composiciones, Manders recurre a variaciones de su ya mítico Self-Portrait as a Building, de 1986. Esta obra es el eje de su mitología personal. En ella recrea con sus herramientas de escritura el plano de un edificio ideal, que habitaría y abandonaría constantemente y en el que siempre estaría trabajando. Cada pieza, como una página más de un diario, entra así, mediante la experiencia vital, en diálogo con todo lo creado anteriormente, reformulando una y otra vez el tiempo biográfico de los espacios de la memoria.
Abandoned Room, Constructed to Provide Persistent Absence, 1992-2010
Ese es el tiempo de Manders, un eterno retorno que el comisario de la exposición, Javier Hontoria, ha aprovechado para diseñar un recorrido con cierta vocación retrospectiva, revisitando un pasado en constante ebullición. La exposición parte conceptualmente de una obra de la colección del CGAC Hall Way with Sentences (1999-2003). La obra situada en el pasillo principal es una poesía desglosada que Manders utiliza como manifiesto. "Un lugar donde mis pensamientos permanecen congelados juntos" o "Escena nocturna reducida a un momento fragmentado" son algunos de los versos que acompañan al espectador en su paseo.Pero este viaje ya ha comenzado unos minutos antes en el vestíbulo de la entrada. Allí sucede el preludio de esta sinfonía (a Manders le gusta referirse a sus exposiciones como composiciones musicales) donde el espectador se inicia en la representación del estudio del artista. Fotos, dibujos, un viejo tocadiscos, un libro de Piero de la Francesca... la instalación está acotada con paneles modulares que seccionan el espacio con plástico translúcido y que introducen al espectador en el origen de todas estas historias.
Living Room Scene, 2008
Nos cuenta el comisario que toda la historia del arte se encuentra congelada en la obra de Mark Manders, como en Living Room Scene (2008) una pieza perteneciente al Stedelijk Museum en el que dos figuras antropomorfas bisecadas se levantan sobre peanas de cobre y butacas de aire retro. El rastro de los kuros griegos, esos inexpresivos guerreros de ojos almendrados, parece asomarse ajeno al paso del tiempo. Staged Android (Reduced to 88%) (2002-2004), una especie de fábrica modular que fue presentada por primera vez en la Documenta 11, la creó "para dar celos a Giorgio de Chirico", una obra que, además, contiene todos los sintagmas formales de su vocabulario escultórico: la idea de máquina o sistema; la yuxtaposición de materiales y objetos cotidianos; las variaciones de escala y simetría; lo totémico; el tiempo abstracto; el bronce revestido de barro, el perro y la figura mutilada...También encontramos piezas como Nocturnal Garden Scene (2005), un trabajo en el que realmente parece que sus pensamientos hayan sido solidificados en su momento de mayor intensidad. Él cuenta que sólo trataba de crear una escena nocturna: "cogí la noche y la coloqué sobre la mesa". Un gato negro seccionado por la mitad yace sobre arena negra. En el espacio entre las dos partes de su cuerpo, una cuerda destensada une dos extraños tapones que asoman de las bocas de dos botellas. Esta macabra escena simboliza la noche y se presenta en una urna, sobre una mesa.