Detalle de El cazo, de Juan Gris
En apenas cuatro décadas, ¿es posible reunir una colección que recorre la historia del arte, desde el siglo XV a la actualidad, con casi 500 piezas merecedoras de pertenecer y ser exhibidas en el Museo del Prado y el Museo Reina Sofía? Parecería una quimera, pero ha sido un sueño meditado y convertido en realidad, que ahora podemos disfrutar. Por primera vez, a través de 160 obras se muestra en conjunto la Colección Abelló hasta ahora conocida parcialmente por el público, que en 2007 accedió a sus obras sobre papel de los siglos XIX y XX en el Museo Thyssen; además de sus importantes daciones a nuestros principales museos nacionales debidamente publicitadas en su momento, y sus frecuentes préstamos para exposiciones.Lo que encontramos en esta amplia exposición, comisariada por el ex director del Museo del Prado, Felipe Garín, es una colección muy implicada en la revalorización del arte español y su relación con el arte europeo, que recupera pintores de nuestra tradición menos conocidos entre grandes maestros, sin caer en un mero listado de autorías, con obras muy escogidas, excelentes. Y, sin embargo, imágenes para convivir (aseguran que el matrimonio Juan Abelló y Anna Gamazo tienen colgado todo en propiedades y empresas), lo que garantiza un gusto discreto, incluso en los periodos más convulsos y vanguardistas.
Con semejante decoro se ha dispuesto esta muestra que, tras un preámbulo donde se homenajea con antiguos cuadros y dibujos modernos la ciudad de Madrid, aborda el transcurso histórico desde el siglo XV al XX entrelazando pinturas y dibujos, poniendo el acento en retratos, bodegones y paisajes, en un montaje muy cuidado, lleno de diálogos y guiños. Lo que garantiza no sólo una experiencia didáctica, también un recorrido personal y adecuado a las preferencias de cada visitante, que se abre y cierra con un par sobrecogedor: El Greco y Bacon.
En mi propia incursión, de hito en hito, tras Juan de Flandes y Cranach, entre las obras de pintores españoles recuperadas del extranjero, destacaría el sorprendente Salvator Mundi de Fernando Yáñez de la Almedina y El joven gallero de Murillo. De las vedute, siempre prefiero a Guardi antes que Canaletto. Por supuesto, todo lo de Goya y, en concreto, el pequeño retrato de su mujer Josefa Bayeu.
Inspiración femenina que adquiere mucho protagonismo en las telas de los impresionistas Anglada Camarasa, Ramón Casas y Toulouse-Lautrec con retratos de mujeres lectoras y de miradas abstraídas en las telas de Bonnard, junto a la Niña con vestido rojo de van Dongen, la Cabeza tallada en piedra de Modigliani y en papel, la Cabeza de una campesina de Van Gogh, transcurso que se cierra otra vez con la Lectora de Matisse. Pasando al cubismo, la Naturaleza muerta de María Blanchard, bien acompañada por Braque y Juan Gris; y el "papelito" de Klee. Entre los expresionistas, es verdaderamente excepcional el dibujo Mujer en cuclillas de Egon Schiele y los muchachos en óleo y cera de Edvard Munch. En todo caso, en la gran sala de maestros del XX es bastante impresionante lo que se ha conseguido reunir de Picasso y Miró. Y donde, en mi opinión, desentona la abstracción gestual y matérica, oscura, de Millares, Rivera y Tàpies, peseal diálogo con Rothko y Palazuelo. Poco más puede decirse del gran tríptico y los estudios de retratos de Bacon, según Deleuze, el maestro de la pintura del devenir.
Como va mostrando la serie Mecenazgo al servicio del arte, iniciada hace dos años en CentroCentro al rebufo de una anunciada nueva Ley de Mecenazgo que, según ya se ha reconocido, no llegará (al quedar integrada en una más amplia reforma fiscal), la tipología de colecciones de arte es tan variada como el perfil de sus coleccionistas. También la forma de entender su función. Las de Casa de Alba, Colección Masaveu y ahora, Colección Abelló hablan de linajes aristocráticos y burgueses, que ligan su prestigio a la excelencia del arte español y confían en su proyección en la historia, mientras disfrutan del reconocimiento social por dar a conocer y disfrutar de sus aportaciones al público.
La de Helga de Alvear, también mostrada en esta serie, como la reciente donación de Soledad Lorenzo, tienen más que ver con atrapar el arte del tiempo vivido para donarlas al patrimonio del pueblo español, haciéndonos más ricos, cambiando nuestro presente y nuestro futuro.