Detalle de Retrato de sor Ana Dorotea (1628) de Rubens

Es una de las exposiciones más esperadas, la cita en que se desvela el cuadro más misterioso de Antonio López, su Retrato de la familia de Juan Carlos I. Pone el broche de oro de un extenso itinerario sobre El Retrato en las Colecciones Reales que se inicia en el siglo XVI, con Juan de Flandes. Patrocinada por la Fundación Banco Santander son 113 obras las que pueden verse hasta el 19 de abril en el Palacio Real.

Vinculado a la reciente sucesión de Felipe VI, los comisarios y conservadores del Patrimonio Nacional Carmen García Frías y Javier Jordán de Urríes han tenido tan sólo unos meses, desde que se les hiciera el encargo en junio pasado, para elegir entre los amplios y valiosísimos fondos del Patrimonio Nacional ciento treinta retratos (sobre todo pinturas, pero también dibujos y grabados, esculturas, pequeños bronces y un par de tapices) con el fin de reconstruir el género del retrato de corte a través de las Colecciones Reales de la Casa de Austria y de la Casa de Borbón.



Un periplo desde el siglo XV hasta nuestros días, cuyo obvio propósito es enaltecer el linaje monárquico identificando la historia de España, es decir, nuestra propia identidad con la Monarquía, en una suerte de naturalización que omite y por tanto, borra los desencuentros con el régimen monárquico, de variado signo político, que han marcado el devenir de nuestro país desde la Modernidad. En todo caso, sin afección ideológica alguna, los visitantes podrán disfrutar de un prolongado transcurso histórico en el que se asiste al recambio de modas en vestimentas y atributos junto a la evolución de los estilos de representación. Se logra a través de importantes artistas procedentes de diversas escuelas europeas que, como en anteriores exposiciones del Patrimonio Nacional, afirman el carácter cosmopolita de la historia del arte en España (gracias también a las vinculaciones familiares de los linajes aristocráticos en Europa) desde el Renacimiento hasta el siglo XIX.



Detalle de Luis XIV de Francia (1701), de Hyacinthe Rigaud

Si observamos la calidad del proyecto curatorial y el interés y calidad de las obras expuestas, desde el punto de vista historiográfico, lo primero que hay que celebrar es que esta ocasión ha servido para hacer públicos los hallazgos acumulados durante años de investigación, lo que se refleja incluso en las cartelas, que subrayan la procedencia y fecha de ingreso de cada obra en las Colecciones Reales del Patrimonio Nacional, así como su ubicación actual en los diversos lugares, entre los que destacan los Monasterios de El Escorial, de la Encarnación y de las Descalzas Reales y Santa María de Huelgas y los Palacios de Aranjuez, El Pardo, la Granja de San Ildefonso y el propio Palacio Real de Madrid. Además, gracias al patrocinio de la Fundación Santander, que viene apoyando con constancia las actuaciones del Patrimonio desde hace años, un número muy importante de pinturas ha sido objeto de restauración, mostrándose en todo su esplendor. En conjunto, esta extensa y excelente galería de retratos ofrece un recorrido en el que se reúnen obras dispersas en diversos sitios, salvando además las limitaciones para su contemplación debidas a su emplazamiento habitual en estancias de palacios y monasterios.



Puesto que la exposición está dividida en dos partes muy diferenciadas, lo que se destaca incluso con el color de las paredes: siena oscuro para la Casa de Austria, hasta 1700 y azul para la Casa de Borbón, seguiremos así esta repartición. Aun cuando exista una unidad de fondo, puesto que la historia del retrato aristocrático (salvo excepción) responde siempre a una tipología básica, como ya señalara John Berger en Modos de ver: la representación del retratado en efigie estática e inexpresiva, en suma, lejana, a fin de suscitar respeto y admiración ante sus contempladores.



De Flandes a Bacon

Detalle de la Infanta Luisa Fernanda de Borbón (1851), de Madrazo

En la selección de Carmen García-Frías, responsable de lo correspondiente a la Casa de Austria, hay un decidido hincapié en marcar el origen y las principales tipologías, comenzando desde la Casa Trastámara, con el muy conocido y reproducido (pero hasta ahora apenas disponible a una adecuada contemplación, dadas sus pequeñas dimensiones) Retrato de la reina Isabel la Católica, a cargo de Juan de Flandes. Así, hallamos el Retrato de Felipe II de Antonio Moro, de prolongada influencia en la representación de nuestros monarcas hasta Tiziano. Y también, la tipología todavía de herencia medieval del "retrato a lo divino". Además, hay piezas muy importantes, como el Retrato del Papa Inocencio X acompañado por un miembro de la cámara secreta, de Pietro Martire Neri (adquirido por Felipe IV en su exilio en Roma junto a otros 667 cuadros que ingresarán en las Colecciones Reales), cuya pregnancia alcanzará a nuestros días, a través de las versiones de Francis Bacon.



La única miniatura conocida de Velázquez: el Retrato del Conde Duque de Olivares, un óleo sobre papel pegado a tabla. Y un álbum de dibujos de Francisco Pacheco: el Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, perteneciente a la Real Biblioteca y apenas antes visto. Como también raros son los ejemplares que se muestran para la tipología del retrato infantil (con lienzos del polaco Martin Kober), un género que prosperó por la necesidad de mantener la comunicación (visual) entre los linajes, dando fe de las novedades familiares. Y absolutamente excepcional, el elegido para la tipología del retrato ecuestre, destinado únicamente a monarcas y aristócratas: el monumental Retrato ecuestre de don Juan José de Austria, el único que realizó José de Ribera, ahora recién restaurado.



Por otra parte, hay una atención muy interesante a determinadas tipologías de retratos femeninos, como la pequeña sala dedicada a las Infantas monjas, generalmente hijas ilegítimas recluidas en conventos y monasterios, entre los que destaca el Retrato de Sor Ana Dorotea de Rubens. Y al final de esta etapa, la tipología de las "bellas romanas", género habitual en las salas palaciegas, aquí con dos retratos de Jacob-Ferdinand Voet en cuya reciente restauración se ha eliminado las gasas que tapaban sus escotes, por lo demás, bastante recatados.



En cuanto a lo dedicado a la dinastía borbónica, centrada exclusivamente en los retratos de la familia real, son muy importantes las autorías: de Mengs a Goya en el siglo XVIII. Así como de pintores y escultores del XIX, que fueron excluidos del traspaso de obras maestras desde las Colecciones Reales al Museo del Prado; hasta alcanzar el comienzo del XX, con Ramón Casas y Sorolla. Cierra la exposición el Retrato de la familia de Juan Carlos I, recién concluido por Antonio López tras veinte años de realización y que la familia real ha visto por primera vez en la inauguración de esta exposición.