Objeto de deseo, una de las instalaciones en el Reina Sofía. Foto: Joaquín Cortés/Román Lores

Museo Reina Sofía. San Isabel, 52, Madrid. Hasta el 4 de mayo.

En 1743, William Hogarth realizaba un grabado titulado The Battle of the Pictures, con la intención de utilizarlo como billete para una subasta de sus series más conocidas, El progreso del libertino, La carrera de la prostituta, o El matrimonio a la moda. Todas ellas tenían una intención moralizante que estaba sometida a los ideales de una burguesía que pugnaba por imponerse. No fue una subasta demasiado exitosa, a pesar de que Hogarth era un artista muy respetado entre los círculos intelectuales y políticos progresistas londinenses.



Sin embargo, esta Batalla de los cuadros, como podría traducirse el título, era una afirmación artística en la que criticaba la forma en que se comercializaba el arte, la multiplicación de las falsificaciones y la abundancia de pinturas con asuntos religiosos y mitológicos ajenos al presente. Era una guerra en la que las obras de Hogath eran derrotadas, siendo atravesadas por representaciones de santos y dioses que las rajaban con sus cantos.



No obstante, también cabría la posibilidad de que el título se tradujese como la Batalla de las imágenes, actualizando su significación al hacerlo literal, como sucede en la individual que el Museo Reina Sofía dedica a Daniel García Andújar (Almoradí, Alicante, 1966). Es uno de esos artistas españoles fundamentales a los que el museo empieza a prestar atención y reconocer la importancia que tienen, aunque todavía les queda mucho por hacer. En la muestra, la estampa de Hogarth, o más bien, una reedición del siglo XIX, se convierte en un elemento central, especialmente "por lo que supone de declaración de principios", afirma Manuel Borja-Villel, director de la institución y comisario de la exposición.



La producción de García Andújar, que se basa en las nuevas tecnologías, tiene mucho de lucha por una aproximación crítica a las imágenes, tanto a las del pasado como a las que se generan en la sociedad actual, occidental y "desarrollada", con lo que este último concepto tiene de perverso. Apropiándose de estas imágenes en sus proyectos y sacándolas de contexto, el artista presenta a una sociedad con sobreabundancia de datos y plantea cómo se hace necesario aprender a leerlos. Sus trabajos para la red, vídeos o instalaciones evidencian que hay que establecer criterios que permitan seleccionar, ordenar e interpretar estos datos y buscar lo que se ha ocultado entre líneas y dejado en los márgenes. Señala que la información no debe asumirse sin más porque está controlada.



Vista de la instalación Infiltrados. Foto: J. Lorés/R. Lores

Esta aproximación se halla en sus últimas realizaciones en torno al Guernica, para el que ha construido una historia diferente fijándose en aquello que no se había terminado de ver o que se había escondido. Es el caso de los documentos recientemente desclasificados, aunque todavía censurados, de la investigación que llevó a cabo el FBI sobre Picasso y que García Andújar ha colgado en las paredes del museo.



También, se encontraba en los proyectos de los años 90 que se han seleccionado para esta exposición con algo de antológica. Su posición crítica se hacía patente en el desvelamiento de las estrategias del lenguaje publicitario en los anuncios que hizo para esa marca, Technologies To The People (TTTP), bajo la que ha desarrollado su trabajo desde 1996. Allí evidenciaba, apropiándose de sus instrumentos, el modo en el que las grandes corporaciones venden imágenes antes que productos al asociar modos de vida y consumo de mercancías, como denunciaba la periodista Naomi Klein, casi en el mismo momento.



O en esas particulares colecciones de fotografía, vídeo y net-art creadas por y para TTTP, con las que se certificaba cuál era el nuevo estatuto de las imágenes: imágenes fantasma que han perdido el soporte, se han desmaterializado, son intangibles. Además, ironizaba sobre su propia condición de "vídeo artista" o de "fundador o pionero del arte en la red", etiquetas de las que ha preferido escapar porque limitaban su campo de actuación, y planteaba problemas como los de la libre circulación de información y copyright. García Andújar ha buscado alejarse en toda su trayectoria de lo que vincula al autor con las ideas de autoridad y autorización, prefiriendo lo colectivo a lo individual, como demuestra su participación en irational.org junto a Minerva Cuevas o Heath Bunting.



El artista no huye del conflicto sino que facilita las herramientas para que suceda, porque es desde el desacuerdo y la disensión desde los que, como han visto filósofos, críticos y politólogos como Jacques Rancière, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, se origina el espacio público, territorio en el que trabaja. Así lo hizo cuando implantó esas plataformas web, e-valencia.org, e-barcelona.org, e-norte.org y e-madrid.org, que permitían la denuncia e incluso el libelo y que tuvieron en vilo a algunos responsables de políticas culturales mientras permanecieron abiertas. García Andújar craquea e introduce interferencias en el sistema siguiendo la lógica del hacker y se mantiene atento porque el sistema, ese Sistema operativo al que podría aludir el nombre de la exposición, siempre tiende a restaurarse.