Algunas de la pinturas de Cabrita Reis en Juana de Aizpuru

Galería Juana de Aizpuru. Barquillo, 44. Madrid. Hasta el 4 de marzo. Precio de cada una de ellas: 25.000 euros.

Cuando caminamos por Madrid mirando al suelo, vemos árboles con tuberías entre las raíces que sobresalen junto a desechos y desperdicios, viejos restos de pasadas experiencias. Muchos sobreviven, a pesar de nuestro descuido. Espigados y frágiles, frondosos pero desmañados, la mayoría registran huellas de anómalos crecimientos, amputaciones e injertos artificiales. Los árboles son seres extraños en la ciudad. Pero percheros de nuestra memoria y emociones, recordatorios firmes de la naturaleza, fuera de la ciudad.



Pedro Cabrita Reis (Lisboa, 1956), cuyo trabajo siempre es un viaje de ida y vuelta entre lo cotidiano y lo poético, muestra su última serie sobre los árboles, un motivo al que vuelve una y otra vez a lo largo de su trayectoria. En esta ocasión, lo hace bajo el título Herbarium, término que designa una colección de plantas conservadas, o bien un repertorio de tipologías o especies.



A diferencia de su última exposición en Madrid, en Ivory Press, cuando presentó su libro Three of Light, junto a una veintena de pequeños dibujos sobre fotografía inspirados en los olivos que cultiva en el entorno de su taller en la sierra de Tavira, al sur de Portugal, vuelve a su galería primera en España con la serie Herbarium (madrid), realizada en 2014 entre Casa Queimada y Lisboa y de la que se muestran once piezas dedicadas a Madrid. Está formalizada en cartelones en gran formato, que cuelgan al aire ocupando el espacio como objetos de cartulina, enrollables. Objetos que desvelan. Dibujos de un escultor que reconoce la pintura como el hilo conductor en toda su carrera.



Lápiz, ceras, bolígrafo, acuarela, óleo y acrílicos, collages con papeles y ramas de jara o raíces de algarrobo con injertos de cables eléctricos componen un repertorio muy variado que va desde las notas de color suspendidas sobre el vacío, con tarjetas de los pantone que sustentarían una representación figurativa, a la abstracción expresionista de trazo huérfano y línea quebrada o bien, enmarañada y fundida sobre fondos sucios. Formas de fragilidad, melancolía y alegato ecologista. El árbol como forma primordial de la naturaleza, figura erecta, espejo del ser humano. ¿Así nos tratamos?



Es una buena noticia que volvamos a ver con cierta asiduidad la producción reciente del artista portugués, que fue casi omnipresente en nuestro país durante los años 90, cuando comenzó a expandir su trabajo en Europa, hasta representar a Portugal en la Bienal de Venecia en 2003 y alcanzar la pasada década el reconocimiento de los principales museos y centros de arte contemporáneo. Después, el público en España le perdió un poco la vista, aunque hace tiempo que el artista, con una poética sólidamente fundada, rechace para su obra la idea de una evolución cronológica por etapas. Ahora, por fin, se le abren las puertas en Estados Unidos. En su próxima exposición en The Arts Club de Chicago, concebida como una residencia con actividades abiertas al público, no dudamos que Pedro Cabrita Reis fascine a los visitantes, además de con su trabajo, también con su pensamiento y expresión poética.