Detalle de Societe d'Outillage, 1964

Galería Guillermo de Osma. Claudio Coello, 4. Madrid. Hasta el 3 de julio.

En el trigésimo aniversario de su muerte, y en colaboración con la galería barcelonesa de Marc Domènech, quien ha comisariado esta exposición junto a Sonia Villegas, Guillermo de Osma dedica una completa y relevante muestra al fundador del Art Brut, Jean Dubuffet, nacido casi con el siglo XX, en 1901, y fallecido en 1985, y de quien tuvimos otra importante exposición en el Guggenheim de Bilbao en 2004. Conviene quizás recalcar que es una exposición homenaje, con préstamos de colecciones particulares y de instituciones que no están a la venta.



Tras la visita, y no es la primera vez que surge esa idea, me parece cada vez más necesaria una reevaluación de la pintura y la escultura, pero especialmente de la pintura realizada en los países europeos inmediatamente después de la hecatombe de la II Segunda Guerra Mundial y las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki. En el seno de esa revisión, Dubuffet (al menos una parte sustancial de su obra) ocuparía un lugar preferente. Puede que en conjunto los artistas europeos de aquellos años no puedan derribar el inmenso pedestal mitológico en el que hemos situado a los americanos del expresionismo abstracto, pero ciertamente tenían y tienen mucho que contarnos todavía.



La muestra reúne pinturas, dibujos y obra estampada, mucho más numerosa la obra sobre papel que sobre lienzo, lo que no la desmerece en absoluto, pues el dibujo fue el laboratorio principal de artista francés. Se inicia con tres litografías y una tinta china del año 1944, recién liberado Dubuffet en París, sólo dos años después de su definitivo retorno a la pintura y el de su primera exposición individual en la galería René Drouin. En esa misma galería expondría, en 1946, Mirobolus, Macadam & Cie, Hautes Pâtes, una muestra "escatológica" que desagradó a todo el mundo, según los historiadores, por enfrentarlos a la vergüenza por los comportamientos durante la ocupación nazi, y que llevó al crítico Henri Jeanson a proferir que: "Después del Dadaísmo, aquí está el Cacaísmo". De ese año se muestra un retrato de Michel Tapié, el defensor y teórico del Art Brut, arte que Dubuffet defendía como afrenta "contra los bien leídos". Varios collages y tinta sobre papel de los años 50 se asoman directamente a la abstracción y tienen algo de cósmico y, a la vez, de agotado y caduco. No hay en ellos grandeza gesticular, como en un Pollock, sino el desgarro de quienes sólo pueden susurrar su dolor y su angustia.



Las Texturologías de finales de los 50, cuatro cuadros de mediano tamaño, nos remiten a la exposición del 46 y a los conceptos expresados en su manifiesto "Rehabilitación del lodo": el desprecio por la destreza técnica, la atracción por "lo sucio", los empastes gruesos y la sustitución del color por la materia.



Un conjunto de cuatro dibujos de 1960 son el germen de la que fue su serie más numerosa y prolongada en el tiempo, L'Hourloupe, que el propio artista definió como: "Un nombre inventado por su resonancia. En francés evoca al mismo tiempo un personaje mágico y grotesco, y también algo trágicamente rugiente y amenazador". Finalmente, hay un magnífico conjunto de dibujos de los años 80 de los que no consigo retirar cierta impronta de Basquiat, o viceversa.