Fuera de serie, 2012

CAAC. Av. Américo Vespucio, 2. Sevilla. Hasta el 10 de octubre.

Uno de los aspectos más interesantes que aborda Clement Greenberg en sus ensayos críticos es la aparición del kitsch, un reverso popular que germina en la época de las vanguardias históricas. Para explicar su aparición, relaciona este fenómeno de masas con la alfabetización de los campesinos y pequeños burgueses que llegan a las ciudades tras la revolución industrial, gente poco preparada incapaz de acceder a la cultura tradicional, que inventa un tipo de sucedáneo adecuado a su propio consumo para ocupar el tiempo de ocio. A partir de entonces, los valores estéticos empiezan a medirse con otro rasero, mezclándose de manera indiscriminada el arte culto promovido por las élites y su sustitutivo, incontroladas formas espontáneas generadas de forma barata en las calles que acaban, de algún modo, cuajando unas décadas más tarde en eso que llamamos Pop Art.



Un siglo después, lo kitsch lo inunda todo. Desde la música a la literatura, desde la moda hasta el cine. Nada escapa a su omnipresencia, un poder de diseminación cuyo máximo paradigma es ahora Internet, ente absoluto e inabarcable, incapaz de discriminar contenidos. Sin duda, una de las artistas que mejor bucea en ese océano ubicuo y desenfrenado es María Cañas (Sevilla, 1972), que toma archivos online de cualquier procedencia para crear un trabajo propio que se rebela contra la ortodoxia y, sobre todo, los discursos dominantes. Con los años, tal como se demuestra en esta especie de retrospectiva de mediana carrera que le ha preparado el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, su obra se ha radicalizado para ganar en intensidad y riqueza, una ampliación de horizontes que le permite poner en tela de juicio cualquier imagen acudiendo a un escepticismo iconoclasta, actitud irreverente que lo mismo cuestiona la industria del entretenimiento digital o arremete contra los tópicos andaluces, que zarandea iconos populares y fanatismos religiosos.



Poseedora de una narrativa audiovisual imposible de clasificar, el inteligente uso del humor como contrapunto permite a Cañas expresar las incongruencias que se solapan en nuestro imaginario colectivo, que en su caso acude a la comicidad para exorcizar algunos de los demonios que nos acechan. Tanto es así, que los monstruos que pueblan sus fotomontajes, muchos de ellos elaborados a partir de personajes de la copla o el cine, no son más que la cara grotesca de los miedos, inseguridades y fobias que genera el poder para controlarnos, fantasmas de una sociedad cada vez menos crítica y más resignada.



Quizás la pieza que mejor resume las características de su trabajo sea la excepcional proyección Sé villana (2013), un retrato contemporáneo que se adentra por los recovecos de la idiosincrasia sevillana. Partiendo de Orson Welles y Luis Cernuda, la artista construye un retablo panóptico que mezcla la Semana Santa con las habilidades precoces de los niños del programa Menuda noche de Canal Sur, las secuelas judiciales de los ERE o las acciones performativas de flamenco realizadas por el grupo Flo6x8 en algunas oficinas bancarias de la ciudad. Asimismo, sobresalen también los vídeos La mano que trina (2015), una sátira sobre los smartphones y la dependencia tecnológica que padecemos, y Al toro bravo échale vacas (2015), triste metáfora del declive de España en los últimos años.



@SemaDAcosta