El momento efímero de disidencia queda fosilizado..., 2015
Desde que en 2012 expuso en el Espacio Uno del Museo Reina Sofía su proyecto Posición aparente, sobre la expedición del astrofísico Sir Arthur Stanley Edington a la isla de Príncipe para observar el eclipse solar total de 1919, no habíamos visto a Paloma Polo (Madrid, 1983) por aquí. Ha pasado mucho tiempo en Filipinas, como profesora adjunta e investigadora invitada en el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Filipinas en Diliman, Manila, donde ha estado elaborando este nuevo trabajo, Unrest, que presentó el año pasado en la galería Umberto di Marino, en Milán. Surge de una invitación de SKOR, fundación holandesa para el arte en el dominio público, a cuyo ideario obedece: generar proyectos artísticos sobre el uso de la tierra en zonas periféricas desde un punto de vista geográfico, social o político. La artista (o trabajadora cultural, como ella se define) ha dirigido su mira hacia la provincia de Aurora, en la isla de Luzón, donde la dinastía que detenta la representación política y controla la economía del área, los Angara, ha impulsado un proyecto de "desarrollo", APECO, que choca frontalmente con los derechos de los indígenas que la pueblan, los Dumagat.Su acción artística allí ha seguido dos caminos paralelos que desembocan en las dos obras que se exponen, una película y una serie fotográfica: de un lado, ha organizado, con esfuerzo, un encuentro internacional de expertos en diferentes áreas de análisis y de movilización social, incluyendo a representantes de la comunidad local, para debatir sobre los problemas y sus posibles soluciones; de otro, ha querido adentrarse en una parcela del conocimiento indígena, el de la botánica curativa, muy vinculado a la estructura de fondo amenazada: la integración de un grupo social, un entorno y una forma de vida. Paloma Polo, que sin duda hemos de considerar como un valor seguro en la joven creación española y que aúna talento plástico y seriedad intelectual, ha puesto aquí a prueba la capacidad del arte para responder a los conflictos del presente, dando un giro (no violento, pues sigue escudriñando la relación entre el conocimiento y el colonialismo) respecto sus anteriores investigaciones, que adoptaban un enfoque histórico. Ha producido un abundante aparato textual, que incluye un periódico-carteles a disposición del visitante y un libro que documenta el mencionado encuentro, aún por publicar. Dado el planteamiento, deberemos preguntarnos para valorar adecuadamente el proyecto: ¿cuál ha sido el efecto sobre la realidad económica y social que aborda? y, ¿qué resultados artísticos ha generado?
El fragmento sonoro que abre la película contiene una interrogación que uno de los entrevistados hace a la artista: "¿De qué lado estás?". El espectador conoce ya la respuesta: claramente, del de los indígenas. Difícilmente se puede tomar otra postura, incluso no conociendo a fondo la situación, pues saltan a la vista la ilegalidad, la corrupción y hasta la insensatez de APECO, que hoy en día no ha conseguido atraer las inversiones extranjeras y generar la riqueza prometida. Pero tampoco los opositores al proyecto han conseguido avances y constatar que un grupo de analistas están "de su lado" no les aporta más que algún apoyo moral.
La película documental de Paloma Polo dedica su parte final a subrayar algunas intervenciones en el encuentro que, en definitiva, no fue capaz de proponer ninguna vía de avance practicable. Habremos visto antes un collage narrativo a base de fotografía fija (propia y ajena) y testimonios orales, y una visita virtual a las oficinas de APECO. Como audiovisual artístico no tiene mucha envergadura. Son mucho más interesantes, en varios sentidos, las fotografías de plantas, recogidas junto a la última sanadora de su comunidad; forman parte de un herbario que casi adquiere ya naturaleza arqueológica, recalcada por el atinado tratamiento digital de los recortes de imágenes, que se hacen escultóricas, pétreas. El momento efímero de disidencia queda fosilizado e inerte una vez transcurrido, se titula, melancólicamente, la serie; el activismo artístico conoce sus paradojas. Y más cuando la obra se comercializa en una lujosa galería del barrio de Salamanca.
@ElenaVozmediano