Pinturas de trazo rápido y apariencia imporovisada en la Galería Ponce + Robles
Barroca, visceral, ágil, enérgica, intuitiva, cruda... La de Maíllo (Madrid, 1985) parece una pintura enloquecida, que juega con los márgenes y las repeticiones, con el desorden y el eclecticismo. Reconocemos fácilmente su huella desde que Juan Ugalde le llevara al Museo ICO en 2011, junto a Miren Doitz y Fernando García, a dar varias vueltas con la maldita pintura. Entonces tenía 25 años y acababa de licenciarse en Bellas Artes por la Complutense de Madrid. Fue un descubrimiento para muchos. Ya entonces veíamos en sus cuadros de gran formato la síntesis de su mundo, un sinfín de referencias al cómic, la música rap, el jazz, los videojuegos, el graffiti y las series de TV. O lo que es lo mismo: a la vida en el extrarradio, los juegos de manos, Egipto, el fracaso, The Wire, la calle, Paco de Lucía, Twin Peaks, el sexo, la historia de la pintura, los restos arqueológicos, Valcárcel Medina, el tamgran, la mitología, el paisaje...En Enhanced Emptying, la segunda individual que le dedica ahora la galería Ponce+Robles, Maíllo vuelve a solapar técnicas y estilos -también rotuladores y sprays-, en un diálogo abierto entre alta y baja cultura. Los seis cuadros que se exponen parecen estar llenos de hipérboles, como las que abundan en las obras de Luis Gordillo y Patricia Gadea, artistas pop como Maíllo, con una mirada igual de mutante y elástica. El objetivo, dice el artista, es mapear nuestro entorno, nuestra cultura contemporánea, aquello que nos define, nos ubica y nos limita. No es un mal punto de partida si contamos, además, que su manera de trabajar tiene mucho que ver con la forma en que la mayoría nos informamos, picoteando de aquí y de allá, de la versión online de los medios a las redes sociales. Esto es, de manera dislocada, veloz, superficial, interrumpida, manipulada...
Así define su pintura, aunque esta exposición abre nuevas lecturas, lasde otro artista más libre, un Maíllo mejor. Tal vez la clave esté en la paradoja que esconde el título, en ese vacío ciclado escrito en inglés, sinónimo de cancha mental musculada, que convierte sus obras en mapas conceptuales, como la mejor de la escritura automática. Porque mucho hay en estos cuadros de texto, aunque no podamos leerlo, y aunque lo que veamos sean formas y colores. Lo poético y lo literario emergen de un modo natural, a modo de grafismo, de marca vital. Tal vez ese cuerpo del texto queda simbolizado en la onomatopeya Uhuhuhu, que introduce una y otra vez en sus lienzos, a modo de mantra. Es como una espiral que a más recorrido más estimula su mente. Y la nuestra.
@bea_espejo