Lisl Ponger, Western Still Life, 2015
Da mucho que pensar esta exposición, la última inaugurada en el CA2M por su anterior director, Ferran Barenblit, antes de irse al MACBA. Se trata de una itinerancia desde la Kunsthaus Dresden que se califica como "colaboración" pero es una mera importación con retoques muy leves, lo que resulta en una inadecuación del proyecto al lugar. Ese centro de arte alemán creó una pequeña red de intercambio de ideas y experiencias con tres anclajes, Dresde, Ciudad del Cabo y Benín, y con participación de colectivos artísticos y programas de investigación universitaria, en torno a un asunto bien interesante y candente: la exhibición, en ocasiones problemática desde el punto de vista ético, en los museos etnológicos europeos de objetos culturales y restos humanos procedentes de las colonias. En Dresde existe uno de ellos, el Museum für Völkerkunde, afectado por el debate internacional que reclama la restitución de un patrimonio no siempre adquirido legítimamente. El proyecto tenía allí todo el sentido... que se desdibuja en Móstoles. El arte actual es global, para lo bueno y para lo malo, y estamos acostumbrados a apreciar el trabajo de artistas de todo el mundo sin necesidad de grandes esfuerzos de traducción. Pero hay propuestas que no se pueden trasplantar sin más, y esta es una de ellas. Porque España tiene también una historia colonial africana y, como consecuencia, unas colecciones etnológicas de cierta importancia, y no se puede eludir la necesidad de extender el foco crítico a nuestro contexto.Se ha dejado escapar una gran oportunidad de reflexionar sobre un tema prácticamente virgen para el arte, la historia de la España Ecuatorial, que, por cierto, es el marco de la película Palmeras en la nieve. Tras la pérdida de las colonias de América y de Filipinas, España se volcó en sus posesiones en África, donde las potencias europeas le habían dejado solo una pequeña parte del pastel: el Protectorado de Marruecos, el Sahara Occidental (que sí ha generado, en los últimos años, mucho debate y acción comprometida en nuestro medio artístico) y Guinea Ecuatorial. En Guinea hubo presencia española desde 1843, con condición de colonia entre 1885 y 1968; se explotaron las maderas nobles, el café y el cacao, con muchas injusticias (confiscaciones de tierras, semiesclavitud) y algunos aspectos positivos (alfabetización, nivel de vida relativo). La muestra Colonia apócrifa. Imágenes de la colonialidad en España (MUSAC, 2014) incluyó documentación gráfica sobre ese "episodio" pero no pudo aportar una mirada artística al mismo. Porque no existe. Como tampoco hay apenas integración de artistas de estas antiguas colonias en nuestra escena artística, algo que sí ocurre en otros países colonizadores, o incluso de los hijos de la inmigración desde África.
Es también llamativo que España carezca de un gran museo de etnología como el Quai Branly de París, el Ethnologisches Museum de Dahlem o el Musée Royal de l'Afrique Centrale de Tervuren. El Museo Nacional de Antropología se inauguró en 1875 a partir de una colección particular, recibiendo pronto trasferencias desde el Museo de Ciencias Naturales y el Museo Arqueológico. Allí fueron a parar buena parte de los objetos traídos de Guinea en diversas expediciones de finales del XIX y, ya en 1984, los fondos del extinto Museo de África del CSIC, que estuvo en la actual sede del Ministerio del Interior. También hay piezas guineanas importantes, más tardías, en el Museu Etnològic de Barcelona. El museo de Madrid, a pesar de sus instalaciones antiguas y su escaso presupuesto, debería haber sido un interlocutor en este diálogo entre el arte y el objeto etnológico.
Dierk Schmidt, Broken Windows 3.1, 2014-2015
Resulta raro que, cuando se habla de América, España quede al margen: sobre la pervivencia del aporte cultural africano de los antiguos esclavos (Paulo Nazareth, Sammy Baloji y Lázara R. Albear), el robo y restitución de huesos de los indios norteamericanos (Ponger) o los valores psíquicos que la modernidad ha atribuido a objetos sagrados como las máscaras (Mariana Castillo Deball se incorpora al proyecto en Móstoles). Otras aportaciones son menos centrales y hasta decepcionantes, como la de Kader Attia, dada su ambiciosa revisión de estos temas en su trabajo. Sigan la polémica, en Alemania, sobre Karl Waldmann, un supuesto dadaísta de Dresde que quizá nunca existió, cuyas obras fueron retiradas de esta muestra.
@ElenaVozmediano