Pulled by the Roots, obra de 2015
Si tuviéramos que encuadrar la obra de Leandro Erlich (Buenos Aires, 1973) en una tradición artística, quizá lo más adecuado sería ponerla en relación con la de la arquitectura efímera. Su desarrollo, desde la Antigüedad y con especial centralidad en el Renacimiento y el Barroco, estuvo ligado a las grandes celebraciones públicas -entradas triunfales, coronaciones, fiestas religiosas, exequias, bodas reales...- pero también tuvo un componente lúdico, teatral, muy patente en las intervenciones urbanas de Erlich. También bebe de la tradición del trampantojo, que simula perspectivas, vanos y elementos decorativos, y que tuvo no solo el propósito de ampliar u ornar espacios sino también el de demostrar la pericia técnica del arquitecto o el artista y el de proponer al conocedor juegos perceptivos.En los últimos años, este artista argentino es muy demandado en diversos países -tiene particular éxito en Asia- para realizar proyectos en espacios públicos de los que, por lo general, no queda nada una vez desmontados, a excepción de las ediciones que hace de maquetas y fotografías, obras derivativas en las que se centra esta exposición. En España solo ha realizado una de sus intervenciones en exteriores, La torre, en el patio Nouvel del Museo Reina Sofía (2008), pero hizo instalaciones en las salas del Centre d'Art Santa Mònica (Barcelona, 2003) y en sendas muestras en esta galería, una en Barcelona (2005) y otra en Madrid (2009).
Podríamos distinguir dos categorías en sus obras: las más participativas, que permiten el tránsito de los espectadores o la interacción con los espacios a través, a menudo, de espejos o cristales semirreflectantes, y las más "escultóricas", que se presentan como volúmenes estancos. En NoguerasBlanchard hay maquetas recientes correspondientes a ambas, además de un par de obras que escenifican, en directo, sencillos engaños con reflejos o transparencias.
A Erlich le interesa provocar la extrañeza en contextos cotidianos. La casa es la configuración espacial que prefiere: ha desestabilizado sus entrañas y ha erigido edificios con características inesperadas. Sus casas son parecidas entre sí, con estrechas fachadas y buhardillas, aunque el tipo de construcción se adapta al estilo predominante en cada ciudad. Así ocurre con la casa que "se derrite", en referencia al cambio climático, ante la Gare du Nord de París, o con la casa "arrancada de raíz" que colgó de una grúa sobre una zona en obras de Karlsruhe. Ambas intervenciones forman parte de programas festivos (y turístico-promocionales), la Noche Blanca en París y La Ciudad es la Estrella en Karslruhe, por mucho que admitan una lectura crítica sofrenada.
Lo mismo cabe decir de su más sonado proyecto público, que acaparó titulares en la prensa argentina durante sus dos semanas de vida: hizo "desaparecer" la punta del gran obelisco de la Avda. 9 de Julio en Buenos Aires, "trasladándolo" a la entrada del MALBA. Se aprecia en él una alusión a la historia argentina y a la ocupación protestataria de las calles o a la vigilancia policial y, la presencia a lo lejos, en la fotografía expuesta, de un retrato de Evita (obra, por cierto, de Alejandro Marmo, el artista favorito del Papa), puede invitar a buscar referencias al peronismo.
Pero, ante todo, se presentó como un truco de magia. Algunos medios publicaron que el vértice del obelisco se había esfumado gracias a un juego de espejos, cuando en realidad fue cubierto con una especie de capucha; y en su recreación frente al museo, se creó la ilusión (con vídeos) de estar contemplando la ciudad desde las ventanas abiertas en ese elevado hueco inaccesible, en el monumento real, para los ciudadanos. Al fin, un arte democrático y amable.
@ElenaVozmediano