Mani Legate / Tenaglia / Croce I, 2016

Galería Juana de Aizpuru. Barquillo, 44. Madrid. Hasta el 18 de abril. De 8.000 a 25.000€

No es casual que Juana de Aizpuru haya inaugurado en las fechas en que los cristianos celebran la muerte y resurrección de Jesucristo la exposición con la que Rogelio López Cuenca (Nerja, 1959) pone al día un proyecto que viene desarrollando desde que pasara unos meses en la Academia de España en Roma, en 1995, y quedara espantado de la sección de arte contemporáneo del Vaticano. Lo titula ahora Opium Pop, haciendo referencia, claro está, a la calificación que hizo Marx de la religión (el opio de las masas), citada ya por el artista (en latín, Opium Populi) cuando lo presentó en el Centro Cultural de la Mercé, Gerona, en 1999. Antes, lo había dado a conocer con Paso de procesiones, en la Galería Juana de Aizpuru de Sevilla (también en Semana Santa) y en la Sala Carlos III de Pamplona, en 1996. Al apocopar aquí populi a pop, López Cuenca subraya la dimensión comercial y frívola que puede llegar a adoptar la iconografía de la Pasión y el propio ceremonial al que se asocia. Como malagueño que vivió varios años en Sevilla, conoce muy bien la industria que se ha generado en algunas ciudades en torno a la Semana Santa, fundamentada sobre los sentimientos religiosos y las necesidades identitarias, pero también sobre estrategias ideológicas y turísticas.



López Cuenca ha estudiado en detalle la tradición iconográfica de la Pasión y ha ido reuniendo un amplio archivo de recortes de prensa, de publicidad, de publicaciones de arte o de fotogramas cinematográficos en los que encuentra ecos de las figuras, los objetos y las composiciones inicialmente ligados a las representaciones cristianas. Todos los episodios narrados en los evangelios canónicos y apócrifos le han interesado, desde la Última Cena a la Resurrección, pero también esos símbolos de origen medieval que resumen toda la narrativa: los Arma Christi o instrumentos de la Pasión que son, entre otros, la bolsa de monedas, el cáliz, el gallo, el látigo, la mano (de La Bofetá, como se conoce un popular paso sevillano), la corona de espinas, la cruz, los clavos, la esponja, la lanza, el velo de Verónica, etc.



No es difícil encontrar en la historia del arte (hasta en el arte actual) adaptaciones de esos símbolos y composiciones, a menudo en contextos no religiosos, por pervivencia y migración de imágenes poderosas cuyo uso precede en ocasiones al cristianismo. Tampoco es en absoluto raro encontrar transcripciones de los mismos en la iconosfera publicitaria. López Cuenca ha recogido ejemplos de ambas formas de apropiación evidente pero también ha dado en una forma de delirio de interpretación que detecta esos ecos donde con seguridad no los hay, provocando una deriva desde el análisis icónico serio al disparate caricaturesco.



ascensione / addolarata / tunica, 2016

La exposición se compone de un conjunto de polípticos y de dos vídeos. En los primeros ha evitado la ordenación de las imágenes según el calendario de la Pasión y las Horas canónicas, algo que habría resultado un poco obvio pero que, en contrapartida, habría contribuido a la mejor legibilidad de las piezas individuales, de las agrupaciones y del conjunto. Porque hay que estar bastante puesto en materia evangélica para identificar todas las alusiones. Hay algo de acertijo, de juego, en ello. Algunas de las imágenes de las que se ha apropiado son dramáticas, como las de guerras o atentados, otras son cómicas, como esa en la que Camilo José Cela asciende a los cielos en bañador, o tan solo banales.



Pocas están intervenidas: el artista las amplía, tal cual, sin disimular las tramas del ófset. Todo parece de otro tiempo, sobre todo porque en gran parte es de otro tiempo, y veinte años es una eternidad en lo que se refiere a las modas y los estilos. Le habría convenido una mayor actualización. En varios de los polípticos hay una obra de arte, de Duchamp, de Malevich, de Mondrian, de Broodthaers, de Hirst, traídas más bien por los pelos y en virtud de ese delirio interpretativo mencionado… aunque hay que reconocer que ya J.E. Cirlot, en El mundo del objeto a la luz del Surrealismo, asimilaba como López Cuenca el botellero de Duchamp a la corona de espinas.



Las resonancias son más claras y están más ordenadas en los dos vídeos que proponen una sucesión (en uno rapidísima y en otro ralentizada) de imágenes seleccionadas de su archivo sobre este asunto. El proyecto se comprende mejor en ellos, entre otras cosas porque incluyen ejemplos de imaginería religiosa, ausente en los más comercializables polípticos.



Con este signo venderás, se tituló el texto del artista en el catálogo de Opium Populi, en el que define el "programa iconológico cristiano como una de las más exitosas campañas de marketing de la historia". Una de las ideas en las que ha insistido López Cuenca, en su trayectoria, es la de la mercantilización de la cultura, exacerbada en Ciudad Picasso. Es también frecuente en su obra la incorporación de sistemas de señalética que denuncian el "manejo" físico y mental de las sociedades. También aquí tenemos esa clase de signos indicadores aunque desorientadores reproducidos al óleo (posible alusión a la tradición pictórica católica) y siempre relacionados, con intención irónica, con alguno de los Arma Christi.



Cáustica muestra, en fin, no apta desde luego para "capillitas".



@ElenaVozmediano