La obsesión urbana de Gabriele Basilico
Arquitectura y ciudad
15 julio, 2016 02:00Roma, 1989 (detalle)
Gabriele Basilico (Milán 1944-2013) está considerado uno de los grandes maestros de la fotografía arquitectónica, a la que dedicó casi cuarenta años de actividad ininterrumpida. Arquitecto de formación, se inició en la fotografía por los caminos del fotoperiodismo, que cambió, como también la arquitectura, por la fotografía urbana y las investigaciones sobre las ciudades. Él mismo definía su relación con las ciudades del mundo como "obsesión urbana".Ahora, en esta edición de PHotoEspaña, el Instituto Italiano le dedica una exposición no exactamente antológica, pero sí definitoria de algunas de las líneas fundamentales de su trabajo. Es una extraordinaria carta de presentación para quien hasta ahora no haya tenido ocasión de contemplar directamente sus obras. También resulta conveniente la lectura de los varios textos incluidos en el catálogo, entre ellos de quien fuese su galerista en Madrid, Oliva Arauna.
Las obras seleccionadas proceden tanto del núcleo histórico de fotografías de Basilico propiedad del museo MAXXI de Roma, como de tres encargos específicos del museo al fotógrafo entre los años 2003 y 2010, Atlante italiano0003 Ritratto dell'Italia che cambia, Cantiere d'autore, Architecttura e fotografia per il MAXXI in progress y Le architectura di luigi Moretti. En ellas son seis las ciudades representadas: Roma, Milán, Nápoles, Génova, Sicilia y Beirut.
Margherita Guccione, directora del MAXXI y comisaria de la muestra, señala en su texto del catálogo, un recorrido mental por las obras de la exposición que, sin embargo, y por las características de las salas que las albergan, no es tan fácil de seguir en su lógica secuencia. De este modo, contempla Roma desde la convivencia entre restos monumentales de la época romana y el tejido urbano del presente. Sigue en Milán, ciudad natal del fotógrafo, mediante su empática relación entre arquitectura "culta" y "ordinaria" unidas en un sólo plano "recomponiendo presente y pasado, cercano y lejano, a voluntad, según los latidos del corazón". Después vemos las tres ciudades portuarias de Génova, Nápoles y Palermo, a las que se añaden las tomas del Estrecho de Messina y en las que Guccione señala la habitual "mirada lenta y centrada" de Basilico que le permitía advertir los cambios más diminutos en los paisajes costeros, por cierto los últimos que consideró de interés para fotografiar. Finalmente, aunque sean cronológicamente las más antiguas, están las fotografías de Beirut, de 1991, tras quince años de guerra civil, y que supuso para el fotógrafo una apuesta por la fotografía como documento ético civil.
Combinando las imágenes de generosas dimensiones con otras que podemos calificar de domésticas, asistimos a una manera fascinante de mirar las ciudades. Por un lado, el espectador tiene la sensación permanente de estar ahí, de encontrarse sumergido en ese rincón o estar abierto a lo que ofrece el horizonte. Por otro lado, como en las fotografías de las ruinas del Foro Itálico, descubre puntos de vista y geometrías inéditas, casi imposibles de visitar físicamente. Gabriele Basilico tiene la capacidad de ensalzar, de hacer más monumental a la mirada aquello que ya es grande -como ocurre en alguna de sus vistas de Nápoles- o de convertir en interesante lo que para otros sería la mera esquina de un edificio, las ruinas de los viejos barrios o el proceso de construcción del mismo MAXXI con la inmisericorde y permanente ausencia de seres humanos, que sin embargo, sentimos latir en cada toma.