Rodney Graham: Árbol de la escuela de Vancouver, 2002 (detalle)
La idea de encargar a un artista reconocido internacionalmente como es el portugués Julião Sarmento (Lisboa, 1948) una selección personal de los fondos de tres instituciones de la importancia de la Fundación Goulbenkian lisboeta y de las barcelonesas MACBA y Fundación 'La Caixa' es acertada y atractiva. Para llevarla a cabo, Sarmento ha elegido un título, El peso de un gesto, que, según explica, alude a su intención de destacar el gesto artístico sobre los materiales, soportes o lenguajes. No sé muy bien, a decir verdad, qué significa esto, pero es habitual que las exposiciones colectivas utilicen un argumento ambiguo para que el comisario lleve a cabo una selección determinada sin temor a incurrir en contradicciones. Lo que sí parece claro es que la multiplicidad de las propuestas corresponde a la misma trayectoria del artista, que ha utilizado en su obra tanto la pintura como el arte conceptual o el cine en formato Super 8.La exposición se concibe, pues, como "una instalación conceptual, una obra de obras". En este sentido es significativo un cuadro que ejemplifica el trabajo del artista moderno y el modus operandi de nuestro comisario. Es el Retrato de Henri Michel-Lévy, pintado por Edgar Degas en 1878. En esta pequeña tela vemos al pintor rodeado de lienzos, modelos y artilugios propios de su oficio. Es decir, estamos ante la evidencia de que cualquier creación -y hoy entendemos el comisariado como un acto creativo- parte de una suma de influencias del arte precedente y de inspiraciones surgidas de distintos ámbitos. Finalmente, se dice en el catálogo, la selección consiste en "un juego de asociaciones y contrastes que no se detienen nunca... y un deseo de simplicidad y de pureza". De hecho, en la propia obra de Sarmento no hay nada definitivo, pues deja las conclusiones en manos del espectador. Se recrea en el enigma para estimular la imaginación y provocar interpretaciones.
Juan Muñoz: Tierra baldía, 1986 (detalle)
Por lo demás, las restantes obras constituyen una panorámica excelente del arte postmodernista y de los puntos de intersección de lo artístico con otras disciplinas. La fotografía está representada, entre otras, por obras de Christopher Williams y de Thomas Struth, adalides de la neutralidad estética (uno mediante imágenes de objetos industriales y otro con sus características calles desiertas). Las viejas artes de la pintura y la escultura están presentes, por ejemplo, mediante seis lienzos de gris riguroso de Alan Charlton y cinco cajas vacías de Antonio Areal. También un cuadro de Gerhard Richter y una lámpara conectada con el estudio de Tobias Rehberger nos muestran hasta qué punto esas clasificaciones no significan lo que significaron. Es así aunque el mobiliario acribillado de escarpias de Tony Cragg, ya un clásico, mantenga abiertos los puentes entre pasado y futuro.La exposición se escora hacia el arte conceptual y registra un peso significativo de las tecnologías
Señalé el peso de la tecnología: una delicada y sin embargo (o por eso) inquietante proyección de Dominique Gonzalez-Foerster produce una desazón difícil de explicar. Teatro de operaciones, de Didier Fiuza, con varias pantallas conectadas a cámaras hablan de la perpetua vigilancia a que estamos sometidos. Entre las videocreaciones podemos ver Olimpia I y II, de uno de los cineastas de moda, Gabriel Abrantes, cuyas obras han entrado también en el circuito del arte. Advertidos a la entrada de que las imágenes pueden herir la sensibilidad, encontramos una mezcla de erotismo, kitsch y del efecto transgresor que tuvo en su día la Olimpia de Manet.