Baile en el Moulin de La Galette, 1876 (Museo d'Orsay, París)

Fundación Mapfre-Sala Garriga i Nogués. Diputación, 250. Barcelona. Hasta el 8 de enero.

Al igual que en anteriores convocatorias y como ocurrirá también ahora con Renoir en el Museo Thyssen, se repiten las colas ante las salas de exposición de la sede barcelonesa de la Fundación Mapfre. Renoir entusiasma al gran público, aunque parece que disgusta y motiva el rechazo de la crítica o, al menos, de cierto sector de la crítica. El debate estético contemporáneo parece situarse en otro lado, muy lejano de lo que representa Renoir, "la pintura por la pintura" que ahora no tiene la centralidad que había tenido antaño, e incluso se observa como algo desfasado. Sus cuadros parecen no apuntar a nada más de lo que en ellos se ve. Más aún, semejan regodearse en la sensualidad del color, en el toque sedoso de la pincelada.



Pero, ¿qué significa celebración de la pintura y sensualidad en el caso de Renoir? Por un lado, Renoir es un artista de la modernidad, porque su arte se inspira y revisita, al igual que el de Manet, el de los maestros del pasado, pero se desarrolla ya fuera de la gran tradición. Lo que recrea Renoir es la suntuosidad del color de Tiziano, la pincelada untuosa y lábil de Rubens, la gracia del dibujo de Rafael, todo ello pasado por el filtro de la modernidad francesa, de un Ingres o un Delacroix. Por otro lado, el tema de su pintura es, como en el de los maestros del rococó, le joie de vivre: el amor, la mujer, el desnudo, la fiesta, el baile.



Para Renoir, mujer y desnudo significa la pintura misma: un ideal, una utopía, un deseo

El título de esta exposición, Renoir entre mujeres. Del ideal moderno al ideal clásico, alude al universo femenino, uno de sus motivos favoritos. Engloba obras de las colecciones de los museos d'Orsay y del'Orangerie, dos de las pinacotecas con más obras del pintor. Entre las más importantes, vemos a la parisina sofisticada Madame Darras (1868), la ninfa sensual Les Baigneuses (1918-1919), la culta La Liseuse (1874-1876), la reflexiva Julie Manel (1887) o el desnudo impecable Étude. Torse effet de soleil (1876). Aunque si hay una obra importante aquí es el Baile en el Moulin de La Galette (1876), que ya formó parte de la Exposición de arte francés inaugurada el 23 de abril de 1917 en el antiguo Palacio de Bellas Artes de Barcelona. La muestra también hace un guiño a los pintores catalanes con los que Renoir coincidió en París: Rusiñol, Ramón Casas, Carles Casagemas y Manuel Feliú de Lemus.



Aunque parezca una paradoja, la exposición plantea un mensaje claro: Renoir no pinta mujeres. Parafraseando la célebre cita de Matisse según la cual él no pintaba figuras, sino que hacía cuadros, Renoir también realiza una obra independientemente del modelo, sean flores, mujeres o paisajes. Porque, para Renoir, mujer o desnudo significan la pintura misma: un ideal, una utopía, un deseo inalcanzable que se expresa en la lejanía. Después de Renoir, el mundo será diferente: Picasso -gran admirador del pintor francés- hizo estallar esta Arcadia con Las señoritas de Avignon. Transformó la escena pastoril en un burdel urbano y vació de erotismo el desnudo para evidenciar la estructura, la composición. La fiesta ha terminado.