Astrolabio inglés y, a la derecha, Broche de Wingham

CaixaForum. Paseo del Prado, 36. Madrid. Hasta el 5 de febrero de 2017.

En un año tan cervantino como el 2016, bajaba por la calle Lope de Vega de Madrid en busca de CaixaForum para visitar la exposición Los Pilares de Europa. La Edad Media en el British Museum. Según avanzaba por la iglesia de las Trinitarias y por la placa conmemorativa del escritor alcalaíno, pilar indiscutible de Europa, me iba imaginando la exposición que iba a contemplar minutos después. Una y otra vez pensaba en el siglo XII y en la ciudad de Toledo a donde llegaron, como ahora las piezas del British Museum a Madrid, los ingleses Adelardo de Bath, Robert de Chester, Daniel de Morley o Miguel Escoto, entre muchos otros estudiosos de Europa, en busca de los escritos de ciencia y filosofía escritos en árabe, en busca de Aristóteles o Ptolomeo, en busca de los manuscritos de sabios musulmanes traducidos por Domingo Gundisalvo o por Juan Hispano, centrados en el estudio del álgebra, de la astronomía, de la medicina o de las matemáticas...



Seguidamente, pensé en las bibliotecas andalusíes de Sevilla y de Córdoba, en Averroes o en Maimonides, ya que sin su obra la Europa que hoy conocemos hubiera sido distinta. También pensé en las Cortes de León celebradas en la iglesia de San Isidoro en 1118 durante el reinado de Alfonso IX, al ser consideradas el germen del parlamentarismo europeo, que con posterioridad puso en práctica Simón de Montfort en Inglaterra. Y por supuesto no me olvidaba del scriptorium de Alfonso X el Sabio, o del matrimonio de su hermanastra Leonor de Castilla con Eduardo I de Inglaterra. Tras tantos pensamientos, o mejor dicho deseos, llegué a mi destino. Bueno, como suele pasar, me esperaba una exposición muy diferente a lo imaginado. Preciosas piezas, de muy diversas procedencias, algunas extremadamente bellas, reclaman nuestra atención. Marfiles, esmaltes, alabastros, monedas, dibujos, cerámicas, pinturas, esculturas, arneses, joyas..., nos muestran una visión luminosa del rico mundo medieval y de las técnicas artísticas del periodo.



A partir del eje central de la exposición donde se ubica al visitante de forma sencilla en el concepto de la Edad Media, y en la geografía de Europa, las diferentes secciones se van organizando a su alrededor a través de temas como El Poder Real, los Tesoros celestiales, La vida de la corte y La Vida urbana, que a su vez se abren, siguiendo un guion muy didáctico de fácil lectura, en aspectos como el de la Iglesia y la liturgia, el ocio y el amor cortés, o el de la vivienda, el comercio, la comida y la moda. Aunque casi nos hallamos ante tres centenares de piezas, no se hace tediosa la visita, es más, se agradece que se pueda contemplar y estudiar con facilidad los objetos de pequeño formato. Podríamos destacar algunas piezas por su singularidad, caso de la orfebrería altomedieval, de los marfiles franceses, y en particular los dípticos y los estuches para espejo donde se dispone una bella escena del "Asalto al Castillo del Amor" u otra escena alusiva al amor cortés.



Estuche para espejo francés, 1370-1400 y, a la derecha, Político de la vida de Santa Clara, 1500

Igualmente destacable es el bastón de mando italiano del siglo XV o el Rey perteneciente a un juego de ajedrez, del siglo XII, procedente del norte de Europa. Podríamos detenernos en todas las piezas, pero no es el momento. En cambio, sí queremos destacar las piezas cedidas por las instituciones españolas (Museo Arqueológico Nacional, Museo Frederic Marès y Museo Nacional de Arte de Catalunya), en gran medida protagonistas de la exposición por su extraordinaria calidad y por ser las más grandes de la muestra, lo que las convierte en los polos de atracción.



Entre ellas deben señalarse los capiteles y la Piedra conmemorativa romana con inscripción árabe del Arqueológico Nacional, el Frontal de altar de Farrera del MNAC y las esculturas de madera del Museo Frederic Marès. Especialmente interesantes son estas últimas. Entre ellas la figura de Cristo de un Descendimiento del siglo XII, la Piedad de madera policromada del siglo XV y por supuesto la pieza estrella de la exposición: Santa Clara y su políptico del monasterio de clarisas del pueblo palentino de Calabazanos, de los primeros años del siglo XVI. El políptico muestra las escenas principales de la vida de la Santa y se organiza en seis hojas independientes, articuladas entre sí, que pueden cerrarse en torno a la escultura exenta de Santa Clara, obra maestra de la imaginería bajomedieval europea.



Lógicamente un tema tan amplio siempre resultará escaso y con razón se echará en falta muchos capítulos esenciales en la construcción de Europa. La ciencia y su transmisión en monasterios, escuelas catedralicias y universidades tal vez hubieran merecido un mayor tratamiento, al igual que el rico aporte cultural de las minorías. Somos conscientes de que el espacio y el tiempo tienen sus limitaciones. Yo, como medievalista, me quedo con ganas de más. Por ello, al salir de la exposición me entró un deseo irrefrenable de volver a Toledo, donde podré contemplar sus iglesias, palacios, calles, mezquitas y sinagogas, sus museos y, sobre todo, su catedral en la que se conserva uno de los conjuntos patrimoniales más importantes de Europa, con piezas procedentes de todos los rincones del Continente. En mi camino terminaré la lectura del libro de Juan Vernet, Lo que Europa debe al Islam de España.