Una de las fotografías de Tierra de sueños
Con el ánimo de difundir las de cooperación internacional de la Obra Social 'la Caixa' desarrolladas en comunidades vulnerables de países de África, Latinoamérica y Asia, esta entidad contactó con Cristina García Rodero (Ciudad Real, 1949) para pedirle que, a través de esa mirada que la convertiría en la primera española en formar parte de la agencia Magnum, transcribiera en imágenes la labor de la Fundación Vicente Ferrer en el sudeste de la India.Bregada en las dinámicas de inmersión fotoperiodística que permiten obtener de cada aventura esas imágenes que sintetizan lo que ve el fotógrafo pero, sobre todo, lo que siente y comparte con los objetivos a los que se acerca, García Rodero vivió durante un mes y medio en las zonas más pobres de Andhra Pradesh y Telangana con el fin de escribir lo que veían sus ojos. Y el resultado de esta aventura es un impecable relato visual protagonizado por niños y niñas de varias comunidades, personas con distintos tipos de discapacidad pero, sobre todo, por mujeres. Un colectivo de madres, campesinas, costureras, novias, profesoras, enfermeras y estudiantes que, toda vez son los grandes olvidados, destacan en este proyecto de la fotógrafa por ser, justamente, uno de los motores de la transformación que experimentan las comunidades de Anantapur.
Titulado Tierra de sueños y formado por casi un centenar de fotografías, este encargo de corte preciso y libre para la creatividad de la autora es un rico relato a partir de una serie de fotografías en las que, de forma sistemática, ordenada y particular, se congelan algunos de los momentos vividos por esta artista en los hospitales, centros de acogida para mujeres maltratadas, talleres, escuelas y casas que visitó con el fin de obtener un retrato caleidoscópico de quienes representan la voz del olvido.
Para quienes retengan en su retina aquellas imágenes de García Rodero en las que su mirada se acerca tanto al objetivo que hasta se puede escuchar la respiración de quien retrata, lo que van a encontrar en esta propuesta es un catálogo de vivencias en un espacio y tiempo muy determinado. Las experiencias de una artista pero, también, las de unos seres que, en busca de mejoras en sus condiciones de vida infrahumanas, no sólo piden cariño sino que son capaces de hallarlo aunque sólo sea por unos segundos. Sólo así se puede comprender cómo es que tras gestos que parecen posados se esconde ese grado de sinceridad del que suelen nutrirse las imágenes de esta artista.
Además de este nivel de espontaneidad tan propio de una obra que, como la de García Rodero, se forma alrededor del ser humano, su cuerpo y su carnalidad, destaca la conexión que, a nivel iconográfico, se establece entre ella y la pintura religiosa. Una suerte de vínculo espiritual derivado de esta oculta necesidad de creer en algo o alguien que nos proteja, nos marque la justicia o indique el camino.
Por bien que la mayor parte de la obra de esta fotógrafa suele ser en blanco y negro por la libertad técnica que le brinda así como por la posibilidad de recrear un misterio tan ajeno a la realidad como cercano a otra dimensión, los polípticos en que se organizan las imágenes de su particular Tierra de sueños no sólo son en color sino que, a través de su cromatismo, accede a la historia que esta artista nos cuenta de la India. Una historia compuesta de microhistorias, forjada a base de pacientes esperas y centrada en el diálogo entre Cristina García Rodero y quien se comunica con ella aunque sólo sea durante un segundo.