Por fin, una exposición de arte contemporáneo. Entiéndase, una propuesta distinta, interesante, vinculada directamente a cuestiones de análisis visual, la herramienta con la que hoy están trabajando investigadores, artistas y teóricos, en el marco interdisciplinar. Lo que hace la artista Alex Reynolds (Bilbao, 1978) podría calificarse como performance, arte sonoro y paracine. ¿Complejo? Todo lo contrario. Esta exposición nos interpela desde el momento que llegamos a la galería, nos da la bienvenida y nos introduce en la dimensión ficcional. A partir de ahí, todo es intriga y aprendizaje, esto es, un juego que se convierte en una experiencia muy personal.
Quizás les choque el recibimiento de los jóvenes que trabajan en la galería con la performance Bienvenida (2009). Insospechadamente, también están involucrados en la ficción -Marta (2010-2016)- que escuchamos a través de unos auriculares y que nos guía por la primera sala para que nos fijemos en algunos objetos: una pequeña fotografía, un carro discontinuo de diapositivas... Ahí la trama se complica, pero Reynolds ya nos ha atrapado. Ante nuestros ojos, el asistente de la galería se desdobla, en la ficción, en un personaje siniestro, como siniestros son los sentimientos que imaginamos en la voz de la narradora. Y este es ya el segundo momento en que el registro afectivo del visitante se tambalea por otra perturbación inesperada.
Sin embargo, el juego de los desdoblamientos no acaba ahí. Otra de las piezas es el libro But They Are Not You, resultado de un proyecto epistolar llevado a cabo por la artista española en Estocolmo durante 2011. Bajo la sinopsis: "Alguien lleva una vida paralela a la tuya. Esta persona se parece a ti, responde a tu nombre, vive en tu casa. Pero no eres tú", Reynolds invitó a unos voluntarios que, tras rellenar un cuestionario de hábitos y preferencias personales, sin previo aviso comenzaron a recibir cartas firmadas por ellos mismos dirigidas a otros de los desconocidos participantes, llegando a conformar un cierto relato tramado por la artista, pero solo conocido fragmentariamente por cada cual. Hasta que los envíos cesaron de repente.
A Reynolds le gusta tratar a los destinatarios de su obra de uno en uno, invitándoles a explorar las posibilidades de lo visual, mediante otros canales: cuando rememoramos, escuchamos o asociamos sensaciones sinestésicas. Pero también con imágenes. Para ver, esto es, para desmoronar el régimen visual impuesto al que estamos habituados, y empezar a ver, monta vídeos con discontinuidades narrativas y heterocronías.
En su última producción, Ver nieve, el juego de tocar las palmas de las manos del otro es el estribillo que enlaza imágenes usadas como acertijos de un eventual filme cuya trama conocemos al final, hilvanada por una imaginación cromática. La historia es simple, bella, romántica y tierna. Parte del lugar donde habita la guionista y el diálogo con el espectador no funcionaría si cada elemento de la construcción de esta ficción -que, de hecho, es un ejercicio de análisis visual- no se presentara tan cotidiano e intimista; es decir, si no se pusiera en juego una visión afectiva. Según la teórica, comisaria y videoartista Mieke Bal, esta visión performativa, en tanto que implica un acto de interpretación, "puede influir en la manera de ver y, por lo tanto, de imaginar posibilidades de cambio". O sea, es política.
Con esta reunión de trabajos, se pone de relieve el trabajo todavía poco conocido aquí de Alex Reynolds, a pesar de haber sido incluida en colectivas y con proyectos concretos en centros y museos hoy punteros en nuestro país (MUSAC, CA2M, Espai 13...). Antes de estudiar en la prestigiosa Central Saint Martins londinense, se formó en literatura inglesa y arte dramático. Esta oportuna exposición le proporcionará diálogos, anónimos pero compartidos, con tantos otros visionarios.