Vista de sala

Galería Heinrich Ehrhardt. San Lorenzo, 11. Madrid. Hasta el 29 de abril. De 4.200 a 31.000 €

El artista alemán Björn Dahlem (Múnich, 1974) expuso por primera vez en su galería madrileña en 2002; repitió en una muestra junto a André Butzer, un pintor casi de su misma edad, en 2008; pudimos ver una de sus mayores instalaciones en Matadero Madrid a finales de 2014, Agujero Negro (Cygnus X-1), y en septiembre del año pasado emplazó su Magellanic Cloud en el espacio Veles e Vents, de Valencia. En lo que va de siglo hemos podido seguir, como verán, su elaborado trabajo en torno a las analogías entre la creatividad artística y los instrumentos matemáticos dedicados al conocimiento del universo.



Hijo de un físico, Dahlem trabaja siempre mediante aproximaciones al saber científico y matemático, de una manera tan leal como desconfiada. Él mismo lo expresa en estos términos: "Crecí con este tipo de pensamiento, pero el problema es que la ciencia no puede explicar los misterios del mundo. Ésta es la razón por la que me intereso por la Teoría M, la física cuántica… está en el borde de lo inexplicable".



Dahlem transcribe sus conocimientos teóricos a la materia valiéndose de una carga tan poética como irónica. En esta exposición ha escogido como tema un concepto proveniente de la física cuántica y la teoría de cuerdas, la "extrañeza", una propiedad de las partículas atómicas al descomponerse en reacciones electromagnéticas fuertes en un espacio brevísimo de tiempo y que los científicos definen mediante un número cuántico y una fórmula matemática vinculada a los cuarks y anticuarks caracterizados igualmente como extraños.



Esa idea de la extrañeza inherente al mundo físico resulta especialmente sugerente aplicada al arte, como seductor es el conjunto que conforman las dos enormes esculturas de luz, simples maderas y neones flotantes sobre una plataforma geométrica en la que se disponen una serie de esculturas de pequeño tamaño. Otras, se desplazan a las paredes de la habitación o se despliegan en el patio y el despacho de dirección. Componen la "extraña" comparación, un cuarto de maravillas o gabinete de curiosidades al que los títulos de las piezas añaden misterio: Diagrama de rayos con esfera, Órbitas de escape lunar, Absoluta y relativa (doble hueco), Nube galáctica, Diagrama de fases...



No siendo su instalación de mayores dimensiones sí es una de la que más propuestas cabe deducir, así las curiosas relaciones entre naturaleza y artificio, con la presencia de diminutos brazos de coral translúcido, cristal de piedra, cortes de madera y pequeñas ramas secas; también las que establecen las estructuras y sólidos geométricos con los objetos que las acompañan, bolas de navidad, materiales plásticos ¡y hasta un felpudo!; incluso la extracción de significado por la sencilla conjunción de elementos extraños entre sí, que generan, a su vez, formas anómalas.



Destacaría, por último, su riqueza estética, el hecho de que cada elemento está en el lugar que le corresponde para dialogar tanto con los restantes elementos integrantes de la instalación como con el sorprendido espectador, que descubre símbolos, funciones y medios rituales confluyentes en una medida fascinación, que lo abduce a un universo perfectamente "extraño".