Vista de sala
A primera vista podría parecer una tienda de objetos sofisticados: desde juegos de madera hasta móviles, pasando por pequeñas joyas o elementos decorativos; peonzas de colores, ramas de árbol limpias, botellas en las que se introduce un péndulo que cuelga desde el techo, formas geométricas en marquetería, esponjas teñidas de color azul, lápices, hojas, pequeños cilindros que forman pirámides en equilibrio… Todo ello sobre estanterías, algunas enmarcadas a modo de ventanas, formando un recorrido ortogonal por las salas. De esta forma, los espectadores tienen todos esos objetos al alcance de la mano, de ahí, de esta accesibilidad, la confusión sobre si podría tratarse de una extraña tienda. Y esa es una de las claves del trabajo de Nicolás Paris (Bogotá, 1977) que se presenta ahora por primera vez en Barcelona en las salas de CaixaForum.El artista de origen colombiano ha concedido siempre mucha importancia al valor pedagógico del arte. Ha desarrollado así múltiples talleres, sin ir más lejos en La Casa Encendida el pasado otoño, e insiste en el arte no como un fin en sí mismo, sino como un espacio para aprender sobre el mundo y sobre la vida, en conexión con el pensamiento científico. De esta forma, casi interpreta el espacio del arte como un médium: un lugar que da acceso al conocimiento. Forman parte de sus propuestas la geometría de los objetos cotidianos o de escaso valor, el fijarse en el mínimo gesto, el equilibrio y la observación detallada de la realidad. Así, no es de extrañar encontrarse espectadores acercándose mucho a sus propuestas, jugando con la mirada, buscando perspectivas entre los diferentes objetos o sorprendiéndose ante la fragilidad y equilibrio de otros.
En esa fascinación por el gesto mínimo que tiene amplias repercusiones radica el fundamento pedagógico de los trabajos que presenta Nicolás Paris. Un fundamento casi proselitista, puesto que a través de la minuciosidad en la presentación, el trabajo en el espacio y la fascinación que finalmente ejerce, su exposición es generosa, abierta a todo el mundo y dispuesta a ser usada y apropiada por el espectador. Y así también se entiende una pequeña trampa habitual en sus exposiciones: el artista ha incorporado en la muestra algunas obras de la Colección de la Fundación "la Caixa", entre las que encontramos trabajos de Joan Brossa, Victoria Civera, Tony Cragg, Günther Förg, Richard Long, Jorge Oteiza o Pablo Palazuelo. Todas ellas quedan camufladas entre otros objetos, como si así restituyese el lugar del arte entre las piezas, su papel en la construcción de la realidad y su cercanía. Esta incorporación de obras ajenas entre trozos de madera, objetos de vidrio rotos, alambres y cubos en equilibrio, es también un homenaje a algunos artistas que más allá de admirar, le sirven de inspiración. De hecho, parece que muchas de sus obras sean directamente réplicas de las que están expuestas de Palazuelo, Brossa u Oteiza.
A veces en medio del proceso creciente de mercantilización del arte olvidamos que parte del desafío de las vanguardias consistió en intentar reinsertar el arte en un uso democrático. Al fin y al cabo, el ready-made no estipulaba la exclusividad sino la posibilidad de que todos lo repitiésemos. Nicolás Paris nos lo recuerda a través de su interés pedagógico, su valor seductor y la reivindicación del arte como espacio de conocimiento.
@David_G_Torres