Vista de sala
¿Cómo representar el tiempo? Es un dilema al que se enfrenta Laura F. Gibellini (Madrid, 1978), una excelente artista que no ha tenido hasta ahora la visibilidad que merecería por su trabajo, tan serio, relevante y coherente. Desde 2008 vive entre Madrid y Nueva York, donde es profesora en la School of Visual Arts|SVA, y anda además de acá para allá: ahora en la Academia de España en Roma y hace poco en el prestigioso Banff Center de Alberta. Se ha detenido en Madrid para presentar sus obras más recientes, en las que logra entrelazar el tiempo como duración, el tiempo atmosférico y el tiempo del arte.La amalgama se fragua a varios niveles. El primero, más en la superficie, lo marca la analogía visual que desde muy antiguo ha hecho que relacionemos las montañas, sometidas al tiempo más lento, el geológico, con las nubes, volátiles reinas de los meteoros. Esa asociación ya se había dado en obras anteriores de Gibellini pero ahora profundiza en ella y la enriquece. En la sala principal de la galería, nos propone cinco "combinados temporales", basados en fotografías apropiadas: de algunas de las montañas más viejas del mundo, de un glaciar que encapsuló aire prehistórico, de unas rocas lunares (tiempo cósmico), de unas nubes montañosas. A tamaño inédito en la artista, poseída por una necesidad nueva de extender el dibujo al espacio, al muro (usa como fondo pintura para pared), incorporan el tiempo atmosférico al menos de dos maneras. De un lado, con el particular método de dibujo, inspirado en las cortas líneas diagonales que vemos en el aire durante las ventiscas de nieve, y que alude además a la dificultad y fragmentariedad de la visión en la tormenta: las líneas las dibuja con papel de calco, por lo que tapa, y no ve, la parte de la imagen en la que está trabajando. De otro, con la superposición de una "escala" de cinco colores que hacen referencia a los que señalan la intensidad de las temperaturas, la pluviosidad o la velocidad del viento en los mapas meteorológicos. En la confluencia de líneas se produce una condensación que precipita la imagen. Un tiempo del arte que queda perfectamente acotado: el código cronométrico que pinta la artista, emulando la medida de lapsos temporales en los mapas con movimiento de frentes, recoge dos momentos, el de la elección de la imagen y el de la finalización de la obra.
Estas cinco pinturas/dibujos de tantas capas significativas y que, como es ya habitual en Gibellini, fuerzan la tensión entre gesto mínimo e imagen, estructura geométrica y figuración, se complementan con otros dos conjuntos de obras: un cuadríptico vítreo y un tríptico videográfico que pretenden aprehender las pequeñas mutaciones en el paisaje ocasionadas por la luz, el agua y el aire. En los vidrios, el uso de este material nos hace pensar en los antiguos negativos fotográficos; los bosques y las superficies acuáticas representadas se han generado también por una condensación de líneas, según un procedimiento experimental que hornea el grafito (haciéndolo desaparecer y dibujando en negativo) y matiza la superficie, la erosiona (tiempo geológico) con chorro de arena. En los ralentizados vídeos, finalmente, se acentúa el componente meditativo, invitándonos a respirar despacio la vida en las ondas, los reflejos y las brisas.
@ElenaVozmediano