Eduardo Nave, paisajes perdidos
Benidorm (detalle), 2016
¿Existen todavía lugares en el mundo libres de la presencia humana a los que podamos llegar? ¿Cuántos 'me gusta' tiene la última foto que hemos colgado en Facebook? ¿Qué tiempo tardamos en publicar las fotos desde que las tomamos con nuestro móvil? El paisaje, la manera de viajar y la forma de producir y de publicar en redes sociales nuestras imágenes son las principales cuestiones en torno a las que gira Like, el último proyecto del fotógrafo Eduardo Nave (Valencia, 1976). Como una hormiguita, lleva más de una década dándole forma a este trabajo, guardando celosamente todo el material en su disco duro a la espera del momento justo. Parece que este por fin ha llegado con esta muestra en el Centro de Arte Alcobendas, dentro de PHotoEspaña, en la que es su primera gran exposición institucional.El proyecto se estructura en 7 capítulos. Comienza con paisajes puros, vírgenes, a los que ni el hombre ni su mano han llegado todavía y evoluciona hacia un espacio que, lentamente, se va poblando de objetos y personas. El propio espacio expositivo, que se organiza en dos grandes salas, marca la transición hacia una realidad social completamente diferente. El artista se encarga, además, de subrayar este tránsito con varias imágenes de la estela que deja en el cielo un avión a su paso. Nos recuerda así cómo ha cambiado la experiencia del viaje en los últimos años, al democratizarse el acceso a este medio de transporte.
El clímax llega en el capítulo 4, dedicado por entero al selfie, a esa manera compulsiva de autorretratarse en cada lugar que visitamos, algo "terrorífico y fascinante a partes iguales -comenta el autor- un giro de 360° en nuestra manera de entender el lenguaje de la fotografía. Ahora ya da igual el paisaje o el escenario, lo que importa es publicarlo y tener muchos likes, estar constantemente comunicando algo". De esta manera, registra los highlights turísticos de El Cairo, Pekín o las costas españolas con sus colas de curiosos mirando sólo a través de sus cámaras y empuñando con fuerza los palos de selfies, "la degradación del paisaje de la mano del ser humano".
Es en este momento en el que el fiel fotógrafo paisajista decide dedicarse a inmortalizar la luna. "Me pregunto si aun existe en la tierra algún lugar que no esté destruido, contaminado. Fotografiando la luna consigo volver al paisaje porque allí no hay gente… aunque en unos años seguro que también se contamina". Su otra vía de escape es su colección de pinturas de paisajes, también en la exposición, todos ellos adquiridos en el Rastro.
Cuando visito una exposición de fotografía siempre me asalta el mismo pensamiento: lo difícil que es su montaje. En Like las instalaciones del final, sobre todo la de los palos de selfie -con espejos incluidos en los que se refleje nuestra vida, en lugar de teléfonos móviles- y los distintos audiovisuales consiguen darle más ritmo. Pero sobre todo destacaría el catálogo que acompaña la muestra, que es también un fotolibro, con el que han conseguido un estupendo, y más completo, acercamiento al proyecto.
@Luisaespino4