La cena, 2013

La Virreina. La Rambla, 99. Barcelona. Comisario: Valentín Roma. Hasta el 8 de octubre

En muy pocas ocasiones se ha podido ver obra de Paula Rego (Lisboa, 1935) en Barcelona. Y, sin embargo, es una de las artistas más valoradas del contexto inglés. Ahora mismo también hay cuadros suyos en la extraordinaria exposición Bacon, Freud y la Escuela de Londres del Museo Picasso de Málaga, una confirmación de la importancia de la artista de origen portugués en Inglaterra. Como ocurrió hace diez años, cuando el Museo Reina Sofía le dedicó una exposición individual, ésta es una muy buena oportunidad para revisar su trabajo a través de una importante selección de obras.



Paula Rego, al igual que Lucian Freud, Francis Bacon o Frank Auerbach, es una artista que difícilmente deja indiferente. Hay en su obra una voluntad por explotar la imagen pictórica, resolverla como re curso que todavía sirva para explicar algo, para llegar al espectador como un golpe o un shock. Sin duda, como en sus compañeros de escuela artística, gravita el eco de los grandes clásicos, sean Velázquez, Picasso o El Bosco para unos, o sean, para la pintora portuguesa, Goya, Daumier o Hogarth. Todos ellos pintores que, en algún momento, recurrieron a la pintura como espacio en el que mostrar, desde las propias tripas, una incomodidad frente al entorno social, político y económico.



Ya en la primera sala de La Virreina es evidente que en Paula Rego esa incomodidad, denuncia y voluntad de golpear con la pintura tiene que ver con la cuestión de género y, en concreto, con el trato (conviene decir maltrato) a las mujeres. No es un rasgo diferencial menor. Simplemente porque lo primero que deberíamos plantearnos es si el trato que como artista ha recibido respecto a sus compañeros masculinos, mucho más célebres, cotizados, valorados y expuestos, tiene que ver también con su género. Y con el hecho de que, además, la imagen de las mujeres y de la relación de los hombres frente a las mujeres que ofrece es cualquier cosa menos amable.



La muestra (que el comisario ha titulado Léxico Familiar, como el libro homónimo de Natalia Ginzburg) insiste en que la cuestión de la mirada sobre la mujer es el rasgo fundamental de la pintura de Paula Rego. Sobre ella gira la denuncia frente al aborto, mostrar la doblez de los cuentos infantiles, partir de referencias literarias… Los más de sesenta años de producción a través de pinturas, dibujos o grabados y hasta una escultura final, muestran a mujeres fuertes y ultrajadas que se sublevan y no se resignan al mismo tiempo que son maltratadas o utilizadas, que son víctimas pero no bajan la cabeza. La crudeza de su pintura consiste en que no deja espacio, no hay ironía, gesto, melancolía o idealización poética. Lo que ves es lo que hay: violencia, crueldad, humillación, víctimas y verdugos.



Vista de sala

Toda esa potencia es difícil de modular, de ahí que la cronología pueda servir de gran ayuda para organizar una exposición y una lectura de su obra. Pero, Léxico Familiar prescinde de mostrar el trabajo de Paula Rego en orden cronológico. Las pinturas o dibujos de diferentes épocas están mezclados formando una narrativa a través del recorrido que va insistiendo en matizaciones: empezando por mostrar cómo la artista representa a la mujer más allá de los estereotipos del patriarcado; para entrar en el tratamiento de las mujeres en los cuentos infantiles, siempre objeto de abusos; ampliar la óptica para presentar las series de obras influenciadas por el teatro o la literatura (desde Jane Eyre a Martin McDonagh, pasando por Henry Miller); para acabar subiendo al máximo el volumen con la serie de obras en las que denuncia la práctica del aborto en Portugal y más tarde la mutilación femenina que supone la ablación. Es ahí donde aparece con fuerza la referencia a los pintores del siglo XIX, como Goya o Daumier que se dedicaron a la crítica social, solo que Paula Rego nos devuelve la imagen de una terrible contemporaneidad.



Efectivamente, las pinturas sobre el aborto, que no ahorran detalles aunando dolor, muerte, aparatos que más que de cirugía parecen de tortura medieval y sordidez, responden a una situación muy concreta. Las realizó tras el referéndum en Portugal sobre la despenalización del aborto que finalmente fue desestimado: una resolución frente a la que la artista muestra su rechazo enseñando los efectos que esta prohibición ocasiona. Al final del recorrido, Oratorio es la única propuesta escultórica de la exposición. En un gran armario a modo de retablo se dan cita los temas recurrentes de la muestra: desasosiego, crueldad y violencia sobre la mujer, todo ello en un espacio teatral, que remite a las influencias literarias de sus obras. Unas referencias que en las salas son explícitas. Valentín Roma, director del centro y comisario de la exposición, como ya hiciera con la colección del MACBA, ha salpicado las paredes con algunos de los libros que forman parte de los referentes de la artista.



Si alguien pensaba que en estas fechas las instituciones culturales de una ciudad como Barcelona se reservan para exposiciones relajadas, Paula Rego rompe el esquema. Porque, paralelamente, La Virreina Centro de Imagen muestra también el intersante proyecto de Gonzalo Elvira sobre el anarquista ucraniano Simón Radowitzky condenado a cadena perpetua en Argentina.



@David_G_Torres