Vista de sala. Foto: Belén de Benito
Es muy difícil ver buena pintura contemporánea. Entre los pocos y más grandes está la estadounidense de origen etíope Julie Mehretu (Adís Abeba, 1970). Desde el principio, su pintura ha sido muy ambiciosa, cartografiando nuestro complejo mundo globalizado. Siempre en telas de generosos formatos, sobre las que suspende capas de trazos y signos, sus aéreos palimpsestos denotan velocidad, ocasión, tiempo. Su pintura se encuadra, nada menos, en el viejo género de la pintura de historia, el más importante y prestigiado en nuestra vieja tradición occidental, que subvierte. Porque si durante siglos el objetivo fue inmortalizar personajes y momentos relevantes, las escenas de Mehretu refieren a flujos y energías, a atmósferas, nodos, pliegues y despliegues virtuales, devenires. Ofreciendo mucho que mirar y remirar. Donde establecer intelectualmente el enlace de nuevas conexiones es tan placentero para el ojo como ver la luz deslizándose entre las texturas, cuando se descubren fragmentos de collages, polvos coloreados o los brillos dorados que emergen tras decapados.Una historia de todo y nada, organizada por el nuevo Centro Botín con el Museo Serralves, presenta una selección de treinta pinturas y cerca de sesenta dibujos. En cuanto a la pintura, la selección de Vicente Todolí para Santander enlaza con la última exposición individual de Mehretu en el MUSAC durante 2006. De manera que nos hallamos prácticamente ante una muestra de su producción pictórica en el último decenio y, en conjunto, ya que la selección de dibujos arranca desde mediados de los noventa, ante la exposición más extensa realizada en Europa hasta la fecha.
Un periodo durante el que en la pintura de Julie Mehretu se ha producido una gran transformación. El contraste con algunas telas de la anterior fase es enorme. Pues si antes las topografías sobrepuestas de elegancia caligráfica y las notas de color en espiral evocaban la simultaneidad espaciotemporal de datos socioeconómicos absorbidos por la nube cibernética, y su pintura "confería gracia y dignidad a la ferocidad de nuestro mundo, e insuflaba armonía al caos de nuestro tiempo" -transcribiendo las palabras del escritor franco-libanés Amin Maalouf-, todo eso ha sido arrasado ante la imposición del status quo de guerras, genocidios, migraciones… El drama de los crímenes contra la humanidad se ha apoderado de su pintura.
A partir del 11-S y, según Mehretu, de "los movimientos sociales y las revueltas en Estados Unidos, México, Brasil y el norte de África", las manchas ocupan el cuadro por completo. Al principio, trazos negros comenzaron a aparecer sobre aquellas planimetrías, después las telas acogieron regueros de migraciones, sombras oscuras, trazos gruesos, torpes y desgarrados. En alguna tela, hay un homenaje explícito al último Philip Guston. También las marañas evocan la gestualidad de Cy Twombly. En los cuadros más recientes, vuelve el color, como mareas que transpiran entre las sombras. Nebulosas bajo o bien sobre los trazos, borrados, raspados.
La complicidad entre la artista y la institución, a raíz de que en 2015 Mehretu dirigiera un taller en Villa Iris, permite la contemplación de su pintura en unas condiciones excepcionales, a plena luz del día, junto a la hilera de ventanales de techo a suelo frente al mar en este maravilloso edificio creado por Renzo Piano.
Co-Evolution of the Futurhyth Machine (after Kodwo Eshun), 2013 (detalle)
Quizás hubiera convenido en esta sección incluir pistas sobre el modo de trabajar de Mehretu y reflejar, como se hace en el sobresaliente catálogo, la importancia para su trabajo de lecturas y recortes de noticias en su estudio, que comparte con su esposa también pintora Jessica Rankin, con quien tiene dos hijos de seis y doce años. Detalles biográficos que hablan por sí solos de esta pintora como una artista posicionada y, por tanto, del continuum entre sus preocupaciones vitales, intelectuales y su práctica pictórica. En la misma línea, no es casual que en los años de su formación, Mehretu pasara un tiempo en Dakar y esté predispuesta a participar en exposiciones de artistas africanas. En la presentación de esta exposición habló sobre el auge del racismo en Estados Unidos y Europa.
En suma, una gran exposición. Y, sin embargo, una muestra a escala de las prestigiosas galerías que la representan: Marian Goodman en Nueva York y White Cube en Londres. Porque, sin duda, Julie Mehretu pasará a la historia como la gran muralista de nuestro tiempo. Tras su pintura monumental de 24 x 7 metros en las oficinas de Goldman Sachs cuya vista es accesible para los viandantes en el downtown neoyorquino desde 2010, Mehretu acaba de inaugurar en el SFMoma dos grandes murales que cuelgan en el majestuoso hall. Si pueden, vean el making-off Politized Landscapes.
@_rociodelavilla