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Image: Mariano Fortuny en su atelier
Mariano Fortuny en su atelier
Fortuny (1838-1874)
1 diciembre, 2017 01:00La elección de la modelo, h. 1868-1874
Producto de un trabajo curatorial extraordinario, la exposición que el Prado dedica a Fortuny coloca en su centro el atelier del pintor. Sitúa al visitante en disposición de conocer muy bien la obra del célebre artista catalán en todas sus facetas con una fenomenal riqueza de óleos, acuarelas, dibujos y estampas ordenados conforme a su trayectoria biográfica, pero reservando un espacio central a una clave de comprensión para el conjunto que se pone de manifiesto con la condición de coleccionista de su autor. El coleccionista crea el atelier del maestro. Objetos de los que el artista se rodea en su lugar de trabajo, tan heterogéneos como el tapiz flamenco La batalla de Issos, una pieza cerámica nazarí conocida como el Azulejo Fortuny, escudos y armas persas, estupendos ejemplares de cristal veneciano, mobiliario renacentista, etc., se exhiben ahí como ejemplo del ambiente mueble que acompaña como un coro de musas al autor de La elección de la modelo y El aficionado a las estampas. Varias fotografías de la década de 1870 y un óleo coetáneo de Ricardo de Madrazo completan la vista del atelier de Fortuny en Roma, con esa plétora de textiles, cerámicas y demás que visten de memoria hispanomusulmana, china, italiana, japonesa y flamenca el ambiente de un pintor de cuadros. A esa colecta histórico-artística se suma la de las copias en óleo, acuarela o aguada de obras maestras que estudió: entre otros, de Velázquez, Goya, Ribera, el Veronés y Van Dyck. Todo ello conforma en la exposición el escenario en el que opera un creador de imágenes que van de la pintura de batallas a la de género y cuyo devenir se nos da estupendamente a conocer. Siempre ha sido tomado en consideración el ambiente memorial de los repertorios culturales al tratar la obra del Fortuny hijo, Mariano Fortuny y Madrazo, por efecto del museo con el que cuenta en Venecia. No ha ocurrido así con Fortuny y Marsal, el Fortuny padre, hasta la actual exhibición del Prado, y con importantes consecuencias interpretativas.Las casi 170 obras expuestas, con un buen número de inéditos y de piezas nunca vistas fuera de su lugar de conservación, ofrecen un acercamiento verdaderamente excepcional a quien quiera no pecar de ignorancia sobre el trabajo de este artista, muy afamado en vida y muy imitado, nacido en Reus en 1838. La lectura de su producción está planteada en la muestra como invitación al reconocimiento del virtuoso que fue y al influyente artífice de su tiempo. Pero al incidir en el saturado ambiente del atelier se destaca asimismo el componente metaartístico de su pintura, la prioridad que adquiere para Fortuny la reflexión del arte en el arte. No fue este ni mucho menos un condicionante atípico en los talleres de pintura de la época en que hicieron su entrada triunfal las exposiciones universales y el gusto sincretista de las artes decorativas. Fortuny, eso sí, lo extrema. Pocos cuadros del siglo XIX compiten en henchimiento esteticista con La elección de la modelo, una alegoría de la pintura de lacerante decadentismo ambientada en una galería Colonna que acoge toda una plétora de piezas artísticas eminentes, procedentes del Prado y de diversos museos romanos. Una mujer de pie exhibe su desnudo en una pose ridícula sobre una consola barroca ante los ojos de un grupo de hombres ataviados con casacas. La pintura se reflexiona a sí misma como espectáculo gesticulante de una historia estragada.
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Ayuntamiento viejo de Granada, h. 1872-1873
La cuidadísima exposición permite conocer muy a fondo todas las cualidades de la obra de este artista tan productivo como de corta vida. Sus procedimientos de trabajo, el particular valor de sus acuarelas y aguadas, los diversos registros de su curiosidad visual, la importancia de la fotografía y del recurso a la cámara oscura para la definición de la imagen se muestran magníficamente con una museografía marcada por el confort, la información rigurosa, la contextualización elocuente y el trabajo bien hecho.
Por otro lado, Cecilia de Madrazo. Luz y memoria de Mariano Fortuny, escrita por Ana Gutiérrez -conservadora del Prado- es una biografía de Cecilia de Madrazo, esposa del pintor y mujer culta, que se completa con una interesante, y en muchos casos inédita documentación fotográfica junto a una asidua correspondencia con su padre, hermanos, o marchantes de su marido. Su vida da testimonio de una extensa época ya que llegó a alcanzar los años 30 del pasado siglo. Este epistolario que abarca desde 1868 hasta 1917, ha sido la columna vertebral para la elaboración de esta biografía a la que se han sumado otras numerosas fuentes que informan sobre el apasionante ambiente en el que Cecilia de Madrazo se desenvolvió.
A través de una prosa ligera, este relato escapa de los grandes discursos con ironía, y anécdotas del hábitat artístico decimonónico, en cuyas actitudes, se reconoce el sentido más amplio de su obra. Pragmático y transcendental, el arte de Fortuny nacía de una gran capacidad de observación y una extraordinaria pericia técnica. Pintaba para el gran público, y también para sus colegas y competidores. Ahí está el quid de la cuestión.