Jacques Lipchitz: Marinero con guitarra, 1917, y al fondo, Juan Gris: Guitarra, 1918 (marzo)
Hablamos de cubismo, como de impresionismo o de surrealismo, en singular, cuando en realidad bajo esos términos se encuentran tantas variantes que sería más apropiado utilizar el plural. Y si vamos al detalle, hay más diferencias entre dos impresionistas como Monet y Caillebotte, o entre dos surrealistas como Masson y Magritte que entre cualquiera de los cubistas de esta exposición. Con el cubismo, particularmente, la historia del arte al uso ha elaborado una visión que poco tiene que ver con lo que fue la realidad de su tiempo. El objetivo de esta exposición es acercarnos a ella: reconstruir todos los frentes y el intrincado ir y venir entre ellos que supuso la batalla del cubismo contra la pintura clásica. Y este es un propósito que se logra con creces. Se propone también reivindicar para Juan Gris un papel fundamental en ese combate. Un propósito al que su comisario, el catedrático de Historia del Arte Eugenio Carmona, especialista en la materia, ha dedicado otros empeños. Entre ellos, la exposición que ahora mismo se celebra en el Museo Carmen Thyssen de Málaga con el título Juan Gris, María Blanchard y los cubismos (1916-1927). Ciertamente, el ensanchamiento de la perspectiva sobre el cubismo más allá de la figura de Picasso y el progresivo afianzamiento de Gris en una posición central, se viene realizado en distintos ámbitos. Valga por lo que valga el experimento, pruebe el lector a buscar en Wikipedia el término cubismo en sus páginas correspondientes en francés, inglés, alemán e italiano. Al menos en lo que se refiere a las ilustraciones, Gris (no Picasso) es omnipresente. Quizás la cuestión sea que de Picasso no se puede aprender, sólo copiar. Y que Gris abrió la experiencia cubista de forma que cada artista que se acercó pudo tomar los rasgos que le convinieron.La exposición ocupa cinco salas, en un recorrido cronológico. Desde la primera, dedicada al Cubismo fundacional (1907-1914) a la última, denominada Diseminaciones y derivas de la experiencia cubista (1919-1931). Esta narración empieza pues en aquellos años heroicos en que Picasso y Braque trabajaban literalmente codo con codo. Braque lo contó: "Vivíamos en Montmartre, nos veíamos cada día... Éramos como dos montañeros atados juntos con la misma cuerda". Y Picasso lo decía a su manera: "Éramos como un matrimonio". Inventar una forma de representación del espacio diferente de la que había costado cinco siglos desarrollar, era una tarea que excedía a un solo individuo. Sabemos que para ello recurrieron a soluciones tan extravagantes como pegar al cuadro periódicos o papel pintado. Pero sus logros fascinaron hasta tal punto a sus compañeros que pronto el cubismo se convirtió en una lengua franca, que empleaban con su propio acento artistas muy diferentes. En esta muestra se hace hincapié en su expansión latinoamericana. Primero entre artistas como Xul Solar, Diego Rivera o Emilio Pettoruti y ya en la década de 1920, con Barradas y Rego Monteiro. Y como coda radical, la propuesta estética de Torres García con su Universalismo Constructivo. Pronto también, el cubismo ortogonal empezó a diversificarse en formulaciones curvas, como en el Orfismo de Fernand Léger y los Delaunay. Y luego en el Purismo transparente de Ozenfant.
Auguste Herbin: Retrato de Madame H..., 1912 (detalle)
En definitiva, estamos ante un interesantísimo panorama del cubismo, por complejo y revelador (aunque de marcada perspectiva hispana). Celebra el depósito de 33 obras que la Fundación Telefónica ha entregado al Museo por un periodo de cinco años. Los aficionados al arte sólo podemos desear que ojalá se integren definitivamente en la colección.