Camille Henrot: Grosse Fatigue, 2013.
Parece que el futuro, desde el terreno del arte, lo vemos poco claro. A estas alturas ya se habrán aprendido la estimulante frase que da título a la sección central de ARCO, El futuro no es lo que va a pasar sino lo que vamos a hacer, aunque es posible que no hayan sido capaces de discernir, si la han visitado, qué es exactamente lo que los artistas seleccionados nos prometen. También es algo borroso el porvenir del modelo de relación de la feria con su contexto artístico institucional. Antes, con un país invitado, la organización orquestaba un pequeño programa de exposiciones paralelas en Madrid, involucrando a coleccionistas, artistas, museos y organismos públicos de promoción internacional -que pagaban el grueso de la factura- del respectivo origen. Ahora, con un tema y sin patrocinadores estatales, se siente mucho menos el peso de ARCO en la oferta expositiva de la ciudad. Se inauguran en estas fechas unas exposiciones "recomendadas por las comisarias" pero de incierta vinculación con la feria: unas pocas individuales de artistas incluidos -Teresa Solar Abboud y Pedro Neves Marques- o no -John Akomfrah y el colectivo DIS- en El futuro… y una colectiva, ésta sí, organizada a instancias de ARCO, Adverbios temporales, que complementaría el esfuerzo prospectivo realizado en el pabellón 7 de IFEMA.CentroCentro va centrándose, finalmente. Aún no se ha dejado notar la mano de su nueva directora, Soledad Gutiérrez, pero esta muestra cabe bien entre las líneas que dibujó en el proyecto para el concurso de dirección: arte (de preferencia emergente) como experiencia, ciudad, narración y tecnología. Uno de los aspectos positivos de la deriva reciente de CentroCentro es que invita a comisarios jóvenes o atípicos a ensayar perspectivas, en unos tiempos en que las posibilidades de trabajar con instituciones son cada vez más reducidas, para ellos e incluso para los más veteranos.
Nina Canell: Brief syllable (Oceanic),2016. Foto: JJY Studio, Shangai
Realmente, en Adverbios temporales nos proyectamos tanto hacia los orígenes -en el celebrado vídeo de Camille Henrot, Grosse Fatigue- como a las postrimerías -en la cuenta atrás, sonora, de uno de los artistas más destacados en el arte ambiental, Julian Charrière, del que habríamos preferido una de sus instalaciones escultóricas. En el intermedio, la muestra nos invita a nadar en una sopa de imágenes alteradas o sintéticas y frases inconexas, en buena parte superficiales, alejadas de las más oscuras y reales inquietudes sobre el futuro. Entre lo inhumano -los despoblados escenarios natural-electrónicos de Serafín Álvarez, las tontas desventuras de los objetos de Cécile B. Evans- y lo demasiado humano -los monstruos adolescentes de Marian Garrido, la caprichosa generación digital de miembros corporales de Mélodie Mousset.
@ElenaVozmediano