Garlands, 2013
Siempre es un placer admirar las piezas florales de Steinkamp, conocida en nuestro país a raíz de su exposición en la galería Soledad Lorenzo en 2006, y tres años más tarde en el CAC malagueño. Para quienes ven estas obras por primera vez, les sorprenderá el saturado clímax femenino, la aparente facilidad en su compleja ejecución, el entusiasmo grácil en las proyecciones ondulantes, su vertiente lúdica -que lleva a adultos y niños a bañarse de flores en estas obras inmersivas- y el resto de melancolía que queda en el dilema entre lo artificioso y lo natural.Para estas ya populares proyecciones virtuales, Jennifer Steinkamp (Denver, 1958) formada y residente en Los Ángeles, se nutre de la tradición de tapices y de las ilustradoras botánicas: desde el Hortus deliciarum de Herrada de Landsberg del siglo XII a Elizabeth Blackwell, Anna Worsey y Marianne North ya entre los siglos XVIII y XIX; y de la legión de "pintoras de flores" que subvertiría Georgia O'Keeffe. En el caso de Steinkamp, gracias a la fluida animación digital, la representación floral desborda el bodegón o "naturaleza muerta", desafiando las coordenadas cartesianas a partir de múltiples imágenes generadas con programas 3D.
En Garlands (2013), una de las cinco piezas mostradas, las guirnaldas de flores medicinales se mecen entre la brisa, con aparente naturalidad. Otros juegos y combinaciones se hallan en Marie Curie (2011), homenaje a la científica que obtuvo dos premios Nobel en física y química por sus investigaciones en el campo de la radioactividad y que también fue una amante cultivadora de flores. La euforia de los vibrantes colores y movimientos aleatorios va mucho más allá de lo que estamos acostumbrados a ver en propuestas digitales cuyo simplón dinamismo contenido en la geometría reticular acentúa lo maquinal y, en el fondo, contiene el poso de la reflexión ecológica ante esa naturaleza cada vez más frágil y lejana de las megalópolis del siglo XXI.
La fricción entre la frivolidad consumista y el ciclo de la vida alcanza su cima con una de las últimas obras producidas por Steinkamp, Ovaries (2017), con frutas madurando mientras flotan en el espacio: una secuencia que Steinkamp corta para volver a iniciar, evitando así su sentido explícito como memento mori. O bien, en otra interpretación, el desprecio ante lo gastado y viejo en esta época de millennials.
La exposición, sin embargo, ofrece una visión parcial del trabajo de esta pionera, de la que nos gustaría ver en nuestro país no solo una retrospectiva, también encargos más adecuados. Procedente de la ilustración gráfica mediante ordenador, ya a finales de los años ochenta Steinkamp comienza a ser conocida por sus animaciones. Además de la botánica, le ha interesado el espacio sideral, con el movimiento de planetas y cometas. La mayoría creadas específicamente para espacios interiores y públicos. En este contexto, denominar "videoinstalaciones" a las piezas mostradas aquí suena a eufemismo. En su presentación el día de la inauguración, la artista subrayó su último trabajo: Winter Fountains, creado para el centenario del parque Benjamin Franklin en Filadelfia, con proyecciones de fenómenos ígneos y aéreos sobre cúpulas de fibra.
@_rociodelavilla