Solange Pessoa: Ao - Ao, 2017
Es una tendencia curatorial en boga desde al menos una década. Va de la mano de un corpus de investigaciones sociológicas y antropológicas entreveradas con aspectos políticos y ecologistas, y se apoya en una necesidad social de escapar de la apisonadora del empobrecedor pragmatismo capitalista. Comisarios e instituciones artísticas -también, como aquí, galerías- dan cancha al animismo, la magia, el ritual, la alquimia… Formas de pensamiento alternativas que nos empujan a recuperar dimensiones de la realidad y de nuestra psique a las que hemos renunciado. Las artes no las perdieron nunca del todo y se han convertido por ello en vías idóneas para facilitar esa reconexión.Pero ¿es aún posible? En algunos ámbitos culturales -latinoamericanos, africanos, oceánicos- esta reivindicación tiene tintes políticos, descolonizadores, que son improcedentes en Europa. Pero si incluso en las comunidades indígenas la larga aculturación hace difícil la restauración, en nuestras ciudades ésta no puede suceder más que en el territorio de la ficción, de la imaginación. Y quizá sea esta posibilidad, que no se da en ninguna otra esfera, uno de los más poderosos argumentos que le quedan al arte para reclamar su relevancia social. Los artistas "teatralizan" la experiencia trascendente y nos invitan a participar en la representación a través de las imágenes, las materias "transmutadas" o los gestos, en un cese intermitente de la razón que deja paso a lo irracional, el rito. Sus obras suscitan una mezcolanza de hechizo y escepticismo, un deseo frustrado de creer.
Vista de la exposición
Dice Canela que le gusta que en sus proyectos haya artistas que escapen un poco al argumento central. A mí no. Creo que una colectiva de solo ocho artistas, y no muchas más obras, gana si consigue una ilación clara y homogeneidad en el tono. Ésta flaquea porque hay artistas cuyas líneas de trabajo poco tienen que ver con el pensamiento mágico, como Rossella Biscotti -política, histórica- o Fermín Jiménez Landa -sociológica, disruptora de lo cotidiano-, a pesar de que las obras presentadas puedan tener encaje en esta "fábula" coral. Por otro lado, de Petrit Halilaj y Eduardo Navarro, que sí frecuentan la zoosfera, se han escogido obras menores, y la inclusión de Asunción Molinos Gordo, única de los seleccionados que es representada por la galería, nos lleva a un terreno menos sobrenatural, el agrario. A pesar de estas no graves discordancias, la exposición es quizá lo más interesante que se puede ver en estos momentos en las galerías de Madrid, que no nos están ofreciendo la más brillante de las temporadas.