Es mi cuerpo público
A la espera de su exposición en la Sala Alcalá 31 el próximo otoño, Alicia Framis (Barcelona, 1967) presenta en su galería madrileña una muestra donde reúne performance, fotografías, una instalación con piezas textiles desmontables y un habitáculo preparado para la participación del público. Con una formalización, como siempre, impecable, Framis vuelve a utilizar sus armas -el diseño textil y la construcción arquitectónica- para plantear dos proyectos que continúan apuntalando su fidelidad a la estética relacional de Nicolas Bourriaud: una idea del arte que queda huérfano sin la reflexión acerca de su relación con la sociedad; e inservible sin la interacción. Un arte para cambiar el mundo, desde presupuestos realistas y modestos, pero que al menos ofrece modelizaciones sugerentes y eficaces para visualizar y agenciar (actuando) problemas con los que convivimos a diario.¿Es mi cuerpo público? es una instalación performativa con la que Framis se sitúa respecto al movimiento Me Too. Como diría Barbara Kruger, bajo el patriarcado el cuerpo de las mujeres siempre ha sido el primer "campo de batalla". Quince años después de su gran proyecto anti_dog contra la violencia de género, Framis modula su respuesta. Cuando hoy las mujeres occidentales estamos exigiendo acabar con toda coerción social sobre nuestros cuerpos, por mínima que sea, los velos lenceros de tul negro bordados con este interrogante en quince idiomas recuerdan todos los grados de violencia que seguimos sufriendo en las distintas áreas geográficas y culturales del mundo.
En la inauguración pudimos asistir a la performance (que se repetirá el próximo 22 de mayo) con quince mujeres de diferentes etnias y procedencias vestidas con estos pareos, que después fueron colgando en el sencillo tendedero que conforma esta instalación: un environment atávico femenino, emulado ya por otras artistas feministas, que Framis resuelve de la manera más simple y certera, minimal, combinando la cualidad performativa de lo textil con la estructura habitable -como ya hiciera en One Night Tent, 2002, respecto al mito del amor romántico-, para reforzar el sentido global de su propuesta.
Completa la exposición La habitación de los cambios, donde se alude a los pros y contras de un mundo tecnológico, mediante unos sensores que reaccionan con juegos de variada intensidad lumínica a los abrazos de los participantes, que deben encerrarse por parejas. Una manera de visualizar con tecnología la emoción frente al aislamiento en la sociedad actual, provocado por las luces de la pantalla total. El habitáculo se suma a la ya larga lista de los construidos con planchas de madera por la artista: Forbidden architecture, 2017, para discutir sobre identidad y diversidad de género; Room of Reflection y Stendhal Syndrome Pavillion, 2015; Chambre de livres interdites, 2014; y Billboard Thailand House, 2000-2009. El volumen de este, ocupando prácticamente todo el espacio de la segunda sala, sugiere el miedo al horror vacui. Prueben a explorar sus rincones y quizás, gracias al efecto mariposa, contribuyan a un mundo más cálido.
@_rociodelavilla