Elmgreen & Dragset: storaged, 2015

Centro de Arte Alcobendas. Mariano Sebastián Izuel, 9. Alcobendas (Madrid). Comisarios: Tiago de Abreu Pinto y Francesco Giaveri. Hasta el 17 de noviembre

El Centro de Arte Alcobendas acompaña de manera muy oportuna la Apertura en las galerías madrileñas con una exposición colectiva de temática inédita (sí, aún queda algún que otro asunto virgen), titulada de manera poco afortunada Dialogue de l'ombre doublé, o "Diálogo de la sombra doble", a la usanza de tantos comisarios jóvenes y doctos que se apropian de palabras de incierto significado de autores prestigiosos (Paul Claudel y Pierre Boulez, en este caso) borrosamente conectadas con la idea que deberían condensar y a ser posible en idioma extranjero. En realidad, de lo que aquí se trata es de recopilar las respuestas más o menos críticas de un conjunto de artistas, siempre a través de sus obras, a la casi siempre problemática relación que establecen no tanto con el mercado, en genérico, como con las galerías comerciales y los galeristas, en específico, y en los contextos de Madrid y Barcelona (por limitaciones presupuestarias y por lógica histórica y numérica).



Se han montado multitud de exposiciones de grupo en ejercicio de la llamada "crítica institucional", que auto-cuestiona la complicidad del artista con los museos y otras instancias de poder cultural, pero en España nunca se había abordado, que tenga yo noticia, esta otra variante de crítica al sistema del arte desde dentro del sistema del arte que pone el foco en la galería como lugar de intervención y de intercambio: intervención espacial y táctica; intercambio comercial, obviamente, pero también personal y de conocimiento.



Pere Llobera: Peggy, 2015

En un momento en que muchas galerías en todo el mundo se plantean muy en serio cerrar sus locales a pie de calle por su elevado coste y su escasa incidencia en las ventas, las cuales tienen lugar cada día más en las ferias y en internet, Tiago de Abreu y Francesco Giaveri, vinculados durante años a conocidas galerías con creciente grado de responsabilidad (el segundo sigue en ello, trabajando para ADN en Barcelona), se interesan y abogan, junto a los artistas seleccionados, por la presencia física de la galería, tanto en su espacio arquitectónico -Perejaume, Raúl Gómez Valverde, Marlon de Azambuja, Sandra Gamarra, Muntadas, Jonathan Millán- como en la entidad matérica de diversos elementos consustanciales a su actividad, como el sistema de almacenaje de obras -Elmgreen & Dragset-, las hojas de sala y las publicaciones -Tino Calabuig, Diego Lara, Cristina Garrido-, el mobiliario -Fernando García- e incluso el menaje usado en las inauguraciones -José Jurado-.



Esta exposición de temática inédita pone el foco en la galería como lugar de intercambio

A juzgar por las obras propuestas aquí, parecería que los paramentos de la galería constituyen el marco alegórico privilegiado para la proyección de los pensamientos y los afectos de los artistas en relación a sus incursiones en el ámbito del mercado. Y no parece que éstas les hagan sufrir demasiado. Los comisarios niegan la dicotomía arte "puro" / mercancía "impura", y reivindican la función catalizadora de la galería en la producción y la difusión de cultura. La suya, como la de muchos de los artistas, es una postura realista y en cierto modo optimista con la que no todos estarán de acuerdo.



Muntadas: espacio/Situación, 1975

Las cosas han cambiado mucho en el mercado español desde los años setenta, a los que se retrotrae la exposición homenajeando en su capítulo documental a dos galerías históricas, Redor y Buades: del arrojo temerario y a menudo chapucero a la profesionalización conveniente y a veces incompleta en la que todos somos conscientes del rol que desempeñamos con mayor o menor complacencia. Y, al igual que ocurre en la crítica institucional, en la "crítica mercantil" los intereses cruzados y la deliberada mesura hacen que la misma sea inocua, hasta indolora. Y, además, del mismo modo que la institución está preparada para asumir y, llegado el caso, celebrar la crítica, la galería y el coleccionista no tienen ningún problema en apreciar y acoger al artista que les pone en la picota. De hecho, muchas de estas obras fueron ya en su origen realizadas para ser exhibidas y vendidas en galerías, y algunas de ellas contaron seguramente con el apoyo económico del galerista para su producción. Esta complicidad se deja traslucir en las palabras de Fermín Jiménez-Landa sobre su propia obra, un "inframince como coronación del fiasco comercial" en las ferias de arte: "También es cierto que la vendimos", utilizando de forma reveladora la primera persona del plural.



Entre las obras escogidas no vemos ningún caso de sabotaje real. La mirada ácida se encuentra en el medio para-artístico (en términos de mercado) del cómic: Mery Cuesta, Aldo Urbano y Pablo Helguera aportan la dosis necesaria de mordacidad. Las obras más disruptivas son las de Daniela Ortiz, que pretendió desvirtuar el esquema empresarial y laboral de la galería, y, en menor medida, las de Garrido, que efectúa sutiles movimientos de guerrilla. En el extremo opuesto tenemos los testimonios de cercanía personal entre artista y galerista que aportan Ignasi Aballí, Dieter Roth y, más irónico, Kepa Garraza. Y entre medias, muchos vacíos. Paredes vacías, bancos vacíos, botellas vacías, copas vacías… La galería como desierto, a ojos de Gamarra. Pero en la calle hace más frío.



@ElenaVozmediano