Mujeres de Venecia, 1956
Volver a Giacometti (1901-1966), uno de los artistas más relevantes de la escultura y la pintura modernas, es volver a confrontarnos con unas obras que indagan en la figura y el rostro humanos mediante formas precarias y enigmáticas: por ello cada retrospectiva es una invitación a confrontarnos con sus dilemas y litigios con la existencia, los sueños y lo imaginario. Ahí reside su genuina intempestividad que se actualiza con el diálogo que da forma cada visitante a la luz de su propia experiencia y memoria del arte. El Museo Guggenheim Bilbao toma el relevo a la Tate Modern en su tentativa por mostrar una gran retrospectiva del artista suizo Alberto Giacometti que reúne más de 200 esculturas, pinturas y dibujos. La mayoría de las piezas han sido cedidas por la Fundación Giacometti (París).Organizada atendiendo a un eje cronológico y a la vez a una disposición por temas, esta magnífica muestra, comisariaza por Catherine Grenier y Petra Joos, y con la colaboración de Mathilde Lecuyer-Maillé, permite una comprensión cabal y exhaustiva de la trayectoria de este artista. Hijo de un conocido pintor suizo, Giacometti se traslada a París en 1922 para profundizar en su formación artística con el escultor Antoine Bourdelle. Esa ciudad acogía a una formidable constelación de artistas modernos, cuyas obras serán fuentes de interrogación y exploración. Pronto se alejará de las convenciones académicas para tallar una serie de piezas que se inscriben en la herencia poscubista de artistas como Jacques Lipchitz, Constantin Brancusi o Pablo Picasso. La escultura de la Antigua Grecia que descubre en sus visitas al Louvre o las obras del Musée d'Éthnographie du Trocadéro, así como la difusión y estudio que revistas como Cahiers d'Art, dirigida por Zervos, y Documents, a cargo de Bataille, serán veneros para su indagación sobre el arte de las vanguardias modernas y el arte de civilizaciones antiguas. Mujer cuchara (1927), es una de la piezas más célebres de ese periodo y se presenta la primera versión realizada en yeso. Le seguirán otras piezas de cabezas entre las que destacan una serie de volúmenes aplanados que condensan una dimensión figurativa y otra abstracta, y que despertarán el interés de Georges Bataille, André Breton o Salvador Dalí en 1929.
A partir de ese momento se acercará al Surrealismo, incorporándose al grupo de Breton en 1931. La célebre Bola suspendida (1930-1931) una escultura-objeto que de modo entusiasta valoró Dalí, puede interpretarse como una suerte de manifiesto escultórico de las premisas surrealista. Objeto desagradable (1931) constituye junto a la anterior un emblema del hacer pulsional del subconsciente que moviliza significaciones eróticas, violentas y perturbadoras. Hay dos piezas que destacan por su formalización más geométrica y por la impronta melancólica que cifran: Cubo (1933-34) realizada en bronce y que lleva tallada un autorretrato y Cabeza cráneo (1934) en yeso, una suerte de fascinante vanitas moderna. Una de sus piezas más conocidas Objeto invisible, modelo base (1934-35), ocupa un lugar privilegiado en la muestra.Cada retrospectiva de Giacometti es una invitación a confrontarnos con sus litigios con la existencia y los sueños
Bola suspendida (1930-31) y, a la derecha La nariz (1947)
Un apartado sobresaliente está integrado por sus pinturas y dibujos, entre los que destacaría los retratos y es especial el dedicado al escritor y amigo Jean Genet, quien sobre su obra escribió: "Pareciera más bien que su arte se propone descubrir esa herida secreta de todo ser y hasta de toda cosa, a fin de que los ilumine". Tal es la experiencia que percibimos al recorrer esta constelación de enigmas que suscitan sus prodigiosas esculturas y pinturas.