Vista de la exposición Creación y delirio
Recuerdo todavía con los pelos de punta una visita al estudio de Ramón Losa (Albacete, 1959) hace unos años. El artista, enfermo de esquizofrenia, trabajaba en uno de sus cuadernos, una obra infinita contenida en apenas media cuartilla a la que, sin embargo, dedicaba meses. Cada página era un tesoro, blancos invadidos por una escritura infinita, autorretratos, laberintos sin salida. Creación y delirio, la exposición que La Casa Encendida dedica a Jeanne Tripier (París, 1869 - Neuilly-sur-Marne, 1944), me ha producido una sensación parecida, sin la presencia de la artista, claro, algo que lima las emociones. Recoge textos, dibujos y bordados realizados por ella en apenas cinco años, entre 1934 y 1939, cuando estaba interna en la Maison Blanche, una ciudad-hospital cerca de París.Emborronaba los papeles de tinta con manchas de color, arramplando con lo que encontraba a su paso. Tejía y bordaba, reivindicaba la importancia de las artes decorativas, y escribía, escribía mucho, tanto que por más que lo he intentado no he conseguido darle sentido a los textos salidos de su mano que ocupan la primera de las tres salas de esta exposición. Bonita serie la de las manchas violetas que se reparte por todo el montaje sobre una línea de horizonte textual. Son palabras de la artista, una licencia del diseño expositivo.
No es fácil encontrar en nuestro país exposiciones de art brut, ya saben, del arte de los márgenes, outsider o folk. Ese al que dio nombre el artista francés Dubuffet con su etiqueta de "bruto" y que acoge bajo su manto las piezas de personas con enfermedades mentales -como si la historia no estuviera llena de artistas locos, de Van Gogh en adelante-, del genio en estado puro. Sus protagonistas suelen ser autodidactas, producen de manera compulsiva una obra de gran expresividad, hay caligrafía, muchos materiales y a veces un deje infantil.
Estamos además de suerte porque normalmente poco o nada se sabe de estos creadores, muchos de ellos anónimos, y con Jeanne Tripier, tanto el personaje -médium de necessité, como a ella le gustaba presentarse- como la propia obra están totalmente documentados. Las piezas se trasladaron del psiquiátrico en el que pasó sus últimos años a manos de Dubuffet y su Colección de l'Art Brut de Lausana.
Se recomienda la visita de esta exposición tanto a los admiradores de lo crudo como a los neófitos en la materia. No se pierdan su sala central de lectura, donde se recogen todos los textos de Tripier junto a otras publicaciones sobre la historia de Dubuffet y la famosa exposición L'Art Brut de 1949 que supuso el pistoletazo de salida de todo esto en París. No es esta, sin embargo, la gran exposición: habla sólo de una artista y todo traído de un único museo, pero aplaudo el acercamiento de La Casa Encendida a estas prácticas en las que prima la frescura. Una muestra para visitar con la mente limpia.
@LuisaEspino4