Vostell: 30 Km/h, 1963

MUSAC. Av. de los Reyes Leoneses, 24. León. Comisario: Manuel Olveira. Hasta el 26 de mayo

Después de la aún reciente exposición sobre José Luis Castillejo que comisarió con Henar Rivière, el director Manuel Olveira realiza esta retrospectiva dedicada a otro de los emancipadores de la cultura artística de los sesenta y siguientes, Wolf Vostell (1932-1998). Desde la dirección del MUSAC se saldan deudas con la historia de aquella época, y la adquirida en nuestro país con la memoria de Vostell era abultada. En los soberbios espacios de ese museo, aunque sus colecciones carezcan de obra de Vostell, se ha querido cumplir con lo debido albergando una exposición rica en préstamos y armada con elocuencia.



Como bajo continuo de esta muestra -valga el símil musical para lo que también funciona como espacio sonoro- interviene el Archivo Happening Vostell, adquirido por la Junta de Extremadura para el Museo Vostell de Malpartida de Cáceres. Se trata de un amplísimo archivo personal atesorado por el artista a lo largo de décadas de actividad. De los miles de documentos que contiene se exponen unos cuantos, pero además está expresamente incluido en la exhibición el conjunto completo de los archivadores o cajas de proyectos, como una pieza más, pendiente de nuevas exploraciones. Los documentos -sean fotografías, publicaciones, manuscritos o lo que corresponda- precisan, ordenan y prueban la entera trayectoria del artista, que se recorre con la exposición. Aparecen como testigos de un procedimiento de trabajo. Los proyectos y las series de Vostell se suceden para el visitante bien apoyados por una documentación que los dimensiona convenientemente en relación a su periferia, sea social, política o creativa.



Con esta exposición rica en préstamos, el MUSAC salda la deuda adquirida en nuestro país con la memoria de Vostell

Del conocimiento de archivo resulta la vertebración de contenidos de una muestra que, con todo, debe su articulación física a un trabajo eminentemente escenográfico, requerido por las grandes piezas de Vostell y muy bien asistido por la arquitectura del MUSAC. Me refiero a instalaciones como la que les presta el Museo Reina Sofía, 6 TV Dé-coll/agen, y a tantas de otros propietarios: 130 Km/h, Sinfonía-Fluxus para 40 aspiradores, Energía, etc. Estos y otros trabajos de dimensiones no menores se han colocado con un conseguido efecto teatral, en sintonía con la intencionalidad vostelliana, pero también con capacidad innovadora y renovadora de lecturas.



Y no podía faltar un componente performativo en este proyecto curatorial tan generoso: el próximo 23 de febrero habrá ópera Fluxus en el vestíbulo central del MUSAC. Se recuperará la pieza acústico-performativa que Vostell estrenó en 1982, El jardín de las delicias. Pero, más allá de la completitud de los recursos y del relato en esta retrospectiva, interesa distinguir los aspectos del trabajo de Vostell en los que incide, o, al menos, alguno de ellos.



Vostell: Sinfonía-Fluxus para 40 aspiradores, 1976

Imposible resulta no ocuparse de una noción que aparece ya como título de la revista creada en Colonia por Vostell el mismo año en que se formó Fluxus, 1962: Décollage. El subtítulo de esta publicación, en lengua alemana, servía de descriptor: boletín de ideas actuales. Incluso en el título de las obras más antiguas que se exponen, datadas a fines de la década de 1950, asoma la palabra décollage como el rótulo que consigna un proceder creativo particular. Entre esos inicios y el final de la exposición el décollage acompaña al visitante sin despegarse de él. "Son las cosas que no conocéis las que cambiarán vuestra vida", escribió Vostell en 1974.



Nada resulta más familiar a los aficionados a las prácticas artísticas de los Nouveaux Réalistes o de Fluxus que su sentido deconstructivo, por no decir predispuesto al desmoronamiento. El décollage se enmarca en ellas. Pero Vostell se detiene en ese concepto para volcar sobre él una interesante voluntad milenarista. No lo deja en el significante del procedimiento inverso al collage. No se queda en desencolar, arrancar, despegar o deshacer; hurga en la palabra francesa para "despegue", la palabra para decir que un avión inicia su vuelo. Sella una alianza con la manumisión por medio de ese término. Y por afinidad con décolleté, palabra francesa para "escote", entiende que el décollage tiene un correlato liberador del cuerpo en el desnudo. Ante la "represión endógena" que denuncia, el artista se vale del décollage como instrumento de emancipación. En el desencolar se conjetura el declive de lo que sobra. Y es una práctica irónica que desde el papel pegado se extiende a cualquier soporte y acción, a la imagen televisiva, al vídeo, al teatro de derivas urbanas, al libro de artista, al léxico, al ruido.



Se trata de un trabajo eminentemente escenográfico que recorre temas como la memoria del Holocausto, la hipocresía política, el consumo de falsedades...
Buena parte de su vida vivieron Vostell y su mujer y biógrafa, Mercedes Guardado, entre Malpartida de Cáceres y otra ciudad mal partida, el Berlín embutido en el Telón de Acero. La caída del muro en 1989 pudo entenderse como un colosal décollage perpetrado por la sociedad alemana, y Vostell atendió de inmediato ese acontecimiento con trabajos numerosos, muchos de ellos monumentales, que están espléndidamente representados en la exposición.



Las piezas de la serie La caída del muro de Berlín aquí seleccionadas coronan lo que el recorrido tiene de cronológico, pero también se erigen como logros que conducen a un máximo la capacidad de interlocución del conjunto de su legado. Los asuntos que no abandonan nunca el trabajo de este artista Fluxus, como la memoria del holocausto, la hipocresía política, el consumo de falsedades, etc., hallan un nuevo soporte en el tema del muro vencido, una suerte de ratificación, que invita a interpretar desde ese final el sentido interno de cuanto lo precede en su obra.