Josefa Tolrá: La gran teósofa (detalle), 1953
Nacieron todas ellas en la Europa de antes de 1918 y su vida estuvo marcada por experiencias e infancias traumáticas. La exposición Alma. Médiums y visionarias recoge el trabajo de un grupo de mujeres de personalidades singulares que compartieron un destino: poseían el don de la videncia o la sanación y dibujaban como terapia para reparar su alma y fomentar la fraternidad y el bien común. Convencidas de la existencia del Más Allá y de su función mediadora entre lo divino y lo humano, sus obras revelan una visión misteriosa, fantasiosa e inquietante de un mundo angélico, fantasmagórico y mental en el que no faltan alusiones a la energía intangible del alma, el simbolismo de la geometría o la belleza de la naturaleza. Las obras que ha reunido la comisaria Pilar Bonet -procedentes de colecciones como El Prado, el Reina Sofía y el Musée de l'ArtBrut de Lausanne y el de Lille- se presentan en esta cuidada exposición contextualizadas con extractos biográficos y comentarios de sus autoras que refuerzan la cohesión del conjunto. Sirve además como cierre de la etapa de Nekane Aramburu al frente de Es Baluard, en la que sobresalen otras muestras de investigación como Ciudad de vacaciones, Adónde vamos o la reciente Ellos y nosotros. La exposición no valora la falsedad o la verdad de la videncia, ni la existencia de un mundo espiritual, sino que tiene como principales objetivos poner de manifiesto su impacto en las vidas de estas mujeres. Analiza las claves estilísticas de una tendencia artística marginal del siglo XX, similar a la del Art Brut o a los trabajos de enfermos mentales del Museo Gugging de Viena, que se mostraron recientemente en el Casal Solleric de Palma.Trabajaban ajenas al mercado en obras en las que recogían visiones oníricas de corte surrealista, como las de Josefa Tolrà -una de las más activas, con amplia representación en la colección del Reina Sofía- o las delicadas piezas inspiradas en la estética de los bordados de Anna Zemanková y Mary Frances Heaton. De apariencia un tanto naif, una mirada en profundidad descubre el interés de unos trabajos en los que sus autoras conjugaban dudas, certezas y angustias, hallando consuelo, esperanza y luz para sus vidas. Es el caso de Aloïse Corbaz, que combate la sordidez del manicomio con sus coloristas autorretratos, y de una Hélène Reimann diagnosticada de esquizofrenia, que dibuja como antídoto contra el olvido. Otras plasman energías intangibles y visiones fantasmagóricas, como Käthe Fischer, que trabaja en estado de somnolencia “guiada” por un nubio o por una médium alemana fallecida. O Agatha Wojciechowsly, que dibuja con los ojos cerrados sus figuras fantasmales y Jane Ruffié, que firma inquietantes cosmogonías esotéricas. Nina Karasek-Joële -una de las pocas con formación artística- despliega “una singular cosmología y mitología mediúmnica” guiada por sus maestros: Rembrandt, Leonardo, Durero, Rafael y Goya, que firman algunas de las obras. Hélène Smith se cree la reencarnación de una princesa hindú y de María Antonieta y “se comunica” con Víctor Hugo o el alquimista Alessandro di Saussure, mientras que Emma Kunz crea armonías numéricas y místicas para el siglo XXI, y Clara Schuff dibuja automáticamente figuras y alfabetos de colores en la California de los años cincuenta. Y aunque todas infirieran rasgos distintivos a su quehacer, lo que sobresale y unifica toda esta singular actividad creativa es la necesidad de afirmación y sanación del alma que movía a sus artífices.Esta cuidada exposición recoge la obra de mujeres que, ajenas al mercado, recogieron sus oníricas visiones en papeles y bordados