Le gusta trabajar sobre el terreno. Durante años Eva Lootz (Viena, 1940) ha estudiado yacimientos mineros y cuencas hidrográficas en nuestro país, en donde vive desde 1967. Quizás su mirada extranjera le ha conducido a recorrer España como si se tratara de un trabajo de campo, complementado con estudios de geólogos y geógrafos. Los que conocen sus escritos, saben de su erudición en variados ámbitos: las artes visuales siempre, por supuesto, y de todas las épocas y culturas, pero también la música, la poesía y la filosofía. Y mucho más: de las ingenierías a la política y las micropolíticas. De ella, bien puede decirse que es una libre pensadora, libre y liberadora. Acostumbra a desconfiar de lo obvio, de lo inamovible, de lo espectacular, de la identidad, de la historia establecida. Sin embargo, mientras que en sus libros cuenta con generosidad sus experiencias y compromisos vitales, a caballo de la urgencia ecologista y la reivindicación del feminismo, en sus obras plásticas intenta “nunca decir nada desde la subjetividad”.
Para este proyecto combinado entre Patio Herreriano y el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, su investigación le ha llevado a estudiar la historia secular de la zona, y los entramados de su poderío económico y político de antaño. En cada una de las tres instalaciones refiere a momentos de su pasado y los conecta con nuestras preocupaciones actuales.
El Patio Herreriano reúne una decena de lenguas irreverentes, con pelambreras y alocadas sopas de letras
En la Sala Gil de Hontañón del Patio Herreriano ha reunido una decena de las lenguas irreverentes, con pelambreras y alocadas sopas de letras, de las últimas décadas realizadas en metal, cerámica o tela. Todas custodian a modo de escudos, aunque de manera desordenada, la gran lengua de betún negro ondulante sobre el suelo de esta noble estancia. Al parecer, el betún negro, o la pez, fue una de las principales industrias de la región, pues gracias a sus cualidades aislantes se utilizaba en variados usos y, en general, engrasaba el sistema de producción a través de los medios de locomoción, de carretas a barcos. Una cualidad aislante que Lootz, me cuenta, echa en falta en las macro explotaciones de crianza de cerdo que, sin planes de residuos, hoy están contaminando el subsuelo de estas tierras. Pero, más allá de la importancia del material, en cuya superficie parecen dibujarse ríos, bosques e incluso continentes, su bella negrura absoluta y desbordante habla precisamente de las lenguas que callan para siempre. A la entrada de la sala un audio nos alerta de lo que dictaminan los especialistas: cada quince días desaparece una lengua, y con ella, la historia y la cultura de un pueblo.
Vista de la exposición en el Patio Herreriano
Esta instalación está dedicada a las lenguas que mueren en Latinoamérica. En México, por ejemplo, las lenguas kiliwa, ocuilteco, matlatzinca, ópata y otras decenas en el resto del continente. Precisamente en Valladolid, en el Colegio de San Gregorio, hoy sede del Museo Nacional de Escultura, en 1550 tuvo lugar una de las más importantes disputas sobre el valor de las lenguas de “los salvajes”: mientras Bartolomé de las Casas abogó por sus culturas, el afán colonizador y el apostolado de cristiandad defendido por Juan Ginés de Sepúlveda, como bien sabemos, prevaleció. Casi 500 años después de la toma de Tenochtitlán por Hernán Cortés, la lengua negra que enmudece la diversidad se sigue extendiendo a pesar de las teorías decoloniales en las últimas décadas y el reciente activismo racializado.
En el Museo de Escultura Lootz homenajea el maravilloso artesonado con una elegante instalación de espejos en el suelo
En el proceso de preparación de esta exposición, Eva Lootz quedó fascinada con la exposición Almacén, en la que la directora del Museo de Escultura, María Bolaños, mostraba las esculturas renacentistas y barrocas a veces enseñando la tramoya oculta tras su vista frontal. De ahí surgió el homenaje al reverso de los monumentos, que Lootz ha resuelto en la Capilla de los Condes de Fuensaldaña con tres conos de óxido de hierro y tierra de caolín. A la escultora ya en los años ochenta le interesaba la forma cónica, una forma de rotación y en su opinión, una especie de “no forma”, ya que puede construirse sin las manos, y originarse de manera natural. Esa naturalidad quedó reforzada en 2002 en la imponente instalación La lengua de los pájaros en el Palacio de Cristal de El Retiro madrileño que, quienes la vieron, aún recordarán. Aquí, estos tres conos blanco, rojo y negro, de tamaño ascendente, nos remontan a nuestros orígenes, a los colores utilizados al comienzo del proceso de hominización. Y en última instancia, religan todos nuestros logros y nuestras hazañas memorables que recordamos en los monumentos a nuestra raíz en la naturaleza.
Finalmente, tenemos que dar un salto al Museo Nacional de Escultura para disfrutar de la tercera instalación, en la sala que antecede a la Sillería del Coro, donde un poco antes podemos ver un bajorrelieve con las lenguas suspendidas sobre los apóstoles, inspirados por el Espíritu Santo. Para homenajear el maravilloso artesonado en madera policromada de la estancia, a menudo desapercibido por los apresurados visitantes, Lootz ha ideado una elegante instalación sobre el suelo, cubierto ahora con una frase líquida que sirve de espejo para contemplar detenidamente el artesonado. Pero que también nos hace de espejo a nuestra sensibilidad actual, agitada, precipitada, desmemoriada. La frase se atribuye al pintor Cézanne, pero es innegable que por motivos muy distintos a la captura de la luz que absorbía a los impresionistas, sigue hoy vigente: “Si aún quieres ver algo date prisa: todo está desapareciendo”. Quizás más vigente que nunca.