A punto de dejar de existir
'Amazonía', en el CAAC, reflexiona sobre las formas de acercamiento que hacemos a estos territorios y a los que los habitan
24 mayo, 2021 08:59Hay mundos que ya no existen. Y hay un mundo que está a punto de dejar de existir. Estas dos realidades nutren la exposición que ha organizado Berta Sichel en la zona monumental del CAAC en la cartuja sevillana. A través de las salas construidas en el siglo XV, las obras nos plantean un recorrido que une historias conectadas en tiempos y continentes diferentes, que no dejan de ser una: la de la actitud extractivista del ser humano, de la civilización occidental en concreto. No es un paseo cómodo, aunque sí tiene la capacidad, entre sonidos e imágenes, de transformar la lectura histórica del pasado y acercarnos, no sin generar problemas, a otras formas de conciencia de la naturaleza.
Es imposible desvincular este espacio sevillano del relato de lo que tradicionalmente llamamos “el descubrimiento de América”: aquí se estableció Colón entre sus misiones a las Indias, y aquí fue enterrado en un primer momento. El viaje que él comenzó fue el inicio de los hechos, incluidos los olvidados que nos persiguen hoy. Por eso, entre las obras de los 11 artistas participantes, se agradecen dos gestos: al entrar, el proyecto de radio amazónica del colombiano François Bucher, que puebla de voces de chamanes explicando su visión del mundo y sus formas de vida, el pequeño claustro, hasta ahora testigo mudo, pues la orden cartuja cumplía voto de silencio. En segundo lugar, en la pequeña capilla al fondo de lo que fue la iglesia y donde estuvo enterrado el navegante, se despliega la colección de fotografías de Claudia Andujar: los retratos de las mujeres, niños y hombres de la etnia yanomami de Brasil. Las fotografías se convirtieron en testigo de la masacre viral y expolio de sus tierras, que nuevamente volvían a sufrir en la década de 1980, y también fundamento para la declaración de área natural y cultural protegida.
La violenta quema del bosque en el vídeo de Sergio Vega es una metáfora de la desaparición del mundo
Estos trabajos traen además dos cuestiones que subyacen en toda la exposición. Una de ellas es la constatación de que podríamos estar leyendo la sección de sucesos internacional: las denuncias de muertes de activistas de pueblos originarios en Colombia suceden desde hace años, y las protestas actuales se vinculan directamente a las políticas de violencia del gobierno. En Brasil, la gestión de la legislatura de Bolsonaro ha hecho aumentar la quema de tierras en los estados del Amazonas para destinarlas al cultivo latifundista, a la ganadería o a la minería. Al mismo tiempo, la Covid se ceba especialmente con estas poblaciones desplazadas y sin posibilidad de acceder a una red de salud pública. En este sentido, la violencia de la quema del bosque selvático del vídeo del argentino Sergio Vega es algo más que la constatación de un ataque ecológico, el fundido en el humo blanco es metáfora de la desaparición de estos mundos de forma dramática.
La muestra reflexiona sobre las formas de acercamiento que hacemos a estos territorios y a los que los habitan. Llevamos décadas siguiendo el texto del teórico Hal Foster que define al artista como etnógrafo, en una revisión de los presupuestos modernistas y primitivistas en su relación con “el otro”, con la cultura diferente. Desde un punto de vista clásico, siguen en la muestra este modelo los trabajos de tres mujeres europeas: las fotógrafas Thea Segall y Barbara Brändli, y sus registros en Venezuela desde la década de 1960; y el documental sobre la botánica inglesa Margaret Mee que viajó recurrentemente al Río Negro buscando un cactus florido, y que le permitió ver los cambios que la modernización estaba infringiendo.
Las obras de Lothar Baumgarten, pionero en la revisión de los relatos de pasados heroicos y la construcción de su imaginario, son ya más elaboradas, especulando también desde lo estético. Sus vídeos contraponen la acción concreta humana de los yanomami a la abstracción de esta misma naturaleza para intentar acercarse a su cosmogonía. Lo visual también se convierte en denuncia y en político en los collages y fotografías intervenidas de Jonier Marín.
Los tres trabajos que completan la selección de Amazonía me plantean dudas. Y las dudas vienen exactamente por la relación que se establece con “el otro” apropiándose de símbolos y técnicas aplicadas a lecturas y composiciones totalmente occidentales. ¿Se exotizan las coronas de plumas de los mapas genéticos de Nela Ochoa o las técnicas de tintes orgánicos aprendidos en la selva y luego aplicados en el estudio de Susana Mejía? A la inversa, los dibujos de Sheroanawe Hakihiiwe, artista que recoge signos y símbolos de su pueblo y que él fija en papel, más allá de la tradición oral, vuelven a plantearnos incómodamente: ¿qué sentido tienen estas formas abstractas para un visitante que los descodifica en un museo de arte contemporáneo?
Está claro que las tentativas de cómo establecer relaciones justas van a fallar, que nuestro impulso por reelaborar nuestro pensamiento, hasta ahora nunca cuestionado como hegemónico, va a fallar. Pero, no podemos dejar de intentarlo… y esperemos conseguirlo antes de que realmente este mundo amazónico, y el cambio de paradigma que significa dejarse atravesar por él, desaparezca.