El pasado mes de abril se cumplía el primer centenario del nacimiento del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza y el museo que lleva su nombre le ha rendido homenaje con una serie de exposiciones que empezaron con la dedicada al expresionismo alemán. Como broche a este 2021 la pinacoteca inaugura Arte americano en la colección Thyssen, una muestra temporal que reúne 140 piezas procedentes de la colección del museo, de la de Carmen Thyssen y de los fondos de los hijos del barón.
“El barón empieza a coleccionar arte americano muy pronto y de manera masiva con la peculiaridad de que su interés fue de lo más contemporáneo a lo más antiguo”, comenta Guillermo Solana, director artístico de la pinacoteca que cobija la mejor colección de esta escuela artística a nivel europeo. Muestra de ello es esta exposición que se ha instalado en las salas 55 a 46 de la primera planta del museo.
Si bien cuando su padre muere en 1947 Hans Heinrich continúa con la tradición familiar de coleccionar arte antiguo, en 1961 inicia su pequeña revolución personal al comprar un dibujo de Nolde. Ya en 1963 adquiere su primera pieza firmada por Pollock. “A finales de los años 60 entra en la pintura americana del siglo XX”, recuerda Solana. La exposición, que se podrá ver hasta el 26 de junio de 2022, trata de reinstalar la colección atendiendo no a una visión cronológica y estilística sino “de manera transversal y temática”, añade Paloma Alarcó, comisaria de la muestra junto a Alba Campo Rosillo, de Terra Foundation Fellow de Arte Americano.
La naturaleza en el germen de la historia americana
La exposición se divide en cuatro secciones y arranca con la naturaleza, un tema muy representado en el arte americano y un concepto esencial “en el germen de la creación de la nación americana y que continúa presente”, apunta Alarcó. Tras la independencia en 1776 los artistas tomaron conciencia de la grandeza de la tierra. “Se ve que se asienta el espíritu americano. Hubo muchos artistas europeos que se lanzaron a pintarlo. Ahora hay interpretaciones políticas, filosóficas y medioambientales. Fueron pioneros del sentimiento de preservación de la naturaleza”, incide la comisaria.
Además, “existe una idea de lo sublime”, añade Alba Campo Rosillo. El apartado América sublime analiza la naturaleza como fuente de espiritualidad y orgullo a través de obras de artistas como Thomas Cole, Frederic Church o Georges Innes. Algunas de las ideas del arte del XIX siguen presentes en el siglo XX como la alegoría de la cruz en artistas como Ossorio o De Kooning y otros como Georgia O’Keeffe recuperaron la idea del pasado místico del paisaje.
También hay espacio para estudiar el impacto que el ser humano ha causado en la naturaleza y en ello se centra el segundo capítulo de la sección de la naturaleza, donde vemos “escenas de pesca y de caza y otras en las que se observa la lucha del ser humano con la naturaleza”, apunta Campo Rosillo. En general, se trata de una sección en la que se puede observar cómo “desde la conciencia medioambiental y el espíritu científico se avanza el discurso preservacionista en Estados Unidos”. Algunos artistas se trasladaron al campo y desde allí retrataron la vida campesina y otros como John William Hill, Francis A. Silva o Robert Salmon se interesaron por escenas de puertos.
De la alianza al conflicto
La segunda sección se centra en el cruce de culturas y transmite “cómo se ha escrito la historia de la nación”, recuerda Campo Rosillo. Desde mediados del XVIII hasta el siglo XX muchas obras ensalzan la presencia euroamericana frente a la indígena o afroamericana. Escenas de indios es lo que representan algunas pinturas de Charles Willson Peale, Charles Wimar y Joseph Henry Sharp. En otra subsección se analiza cómo “en un primer momento el territorio americano se expande hacia el oeste y luego hacia el sur”, recuerda Campo Rosillo.
Los de Church, Bierstadt o Heade son paisajes realizados fruto de las expediciones comerciales. Se muestra, también, “cómo se forja una cultura de culturas” con pinturas en las que se observan comunidades diferentes como esclavos, clase obrera, asiáticos o afroamericanos, “desde la alianza hasta el conflicto”, apunta Campo Rosillo.
De las urbes a los parques
La del barón Thyssen es una de las colecciones de arte americano más completas que descansan en un museo europeo y esto se nota en la gran cantidad de obras y en las fechas que abarca en su totalidad. El tercer capítulo de la exposición, Espacio urbano, se convierte en “un retrato de la cultura moderna norteamericana”.
La población afromaericana se traslada a las ciudades del norte y junto al éxodo de europeos hacia América las urbes se convierten en espacios de encuentro de diversas culturas. En paralelo a la revolución industrial, a los habitantes de las ciudades les empieza a interesar el ocio y poco a poco “se observa cómo la gente busca parques para huir del ruido”, como se ve en las obras de Childe Hassam, John Sloan o William Merritt Chase. Más tarde, la música se convierte en inspiración y fruto de ese cruce cultural el jazz se populariza por encima del resto de expresiones musicales.
El recorrido lo cierra una sección titulada Cultura material, centrada en “los artefactos y bienes de consumo humanos”, sostiene Campo Rosillo. Aquí se expande la idea del bodegón con escenas en las que vemos galletas mordidas o cerillas extintas y se mezclan con imágenes de Tom Wesselmann o Roy Lichtenstein.