El esoterismo está de moda. Desde el Congreso sobre Arte de Mujeres Visionarias celebrado el pasado octubre en Barcelona a la exposición Universo Emma Kunz, recién inaugurada en la Tabakalera donostiarra, la recuperación feminista de la que se entiende como una tradición propia, alcanza un nuevo hito con la primera retrospectiva en España de Chiara Fumai (Roma, 1978-2017), que dedicó sus performances a reivindicar a otras tantas marginadas como la médium Eusapia Palladino, la teósofa Madame Blavatsky, la escritora feminista Carla Lonzi, la mujer barbuda Annie Jones, la anarquista Valerie Solanas, o la terrorista Ulrike Meinhof, utilizando métodos heterodoxos como la actividad psíquica, el ilusionismo, los espectáculos freak, la autohipnosis y la propia tradición oral.
En su fulgurante trayectoria, en tan solo una década (2007-2017), Fumai como pionera apuntaló una tendencia destacada por Nicolas Bourriaud en su último análisis del arte contemporáneo, Inclusiones (2021), donde en su abordaje al capitaloceno, entre la actual pandemia y la catástrofe ecológica, el autor identifica el lugar de los artistas, “irreductibles a la ideología productivista, en una posición análoga a los magos, los alquimistas y a las brujas de la Edad Media”. Constatando la irrupción en la última década de una estética inclusiva de la “gleba indiferenciada, constituida de una cantidad de no sujetos, demasiado naturales”: desde la materia (mater, madre) a todas las excluidas, a quienes Chiara Fumai dedicó sus obras.
Formada en arquitectura, y tras pasar una etapa como DJ de música electrónica, Fumai desembocó en las artes visuales, desarrollando una compleja trayectoria no solo como performer, creando además videoinstalaciones y esculturas, y una amplia y variada gráfica, desde los pósters que anunciaban sus actuaciones hasta collages ligados por una escritura automática que remiten, en último término, a la importancia de la palabra y de la voz en su obra. La subversión del discurso patriarcal, arrojado y devuelto con su misma violencia contra las mujeres, inunda con sus gritos la sala en la que se inicia la exposición, como una de las estrategias para resolver la difícil tarea de ofrecer una retrospectiva póstuma de una obra performativa sin su protagonista.
Comisariada por Milovan Farronato y Francesco Urbano, otrora amigos e integrantes de la organización The Church of Chiara Fumai, que preserva y promueve la memoria de la obra de la artista, esta exposición es una presentación intensa y dinámica, con la que se concluye una itinerancia europea que ha gozado en otras sedes de mayor superficie. La hubiéramos preferido más extensa. Con todo, el arranque es el mismo, la recreación de su vivienda-estudio, que concebía como “su iglesia”.
El perchero con los vestidos utilizados por Fumai para diversas personificaciones como médium en sus actuaciones, da paso a una interesantísima reunión de variados dibujos y collages, auténtico muestrario de su finura, precisión y elegancia. Junto a buena parte de su background literario y musical, que testifica sus amplísimos intereses y su erudición. Así como da cuenta del mix sorprendente, desprejuiciado e irreverente que hacía de las citas de sus fuentes, yendo mucho más allá del détournement de Guy Debord y los cut-ups de William Burroughs. Junto a su librería, se hallan los restos de la acción La chica de la manta, simulación del escape de la antigua prisión de Oostereiland, fruto de una residencia, aludiendo a su temperamento mágico, inspirado en Houdini.
No faltan aquí algunas de sus obras más conocidas, el alegato de Valerie Solanas visto en las últimas ediciones de ARCO. Y la pintura mural Der Hexenhammer, traducción alemana del Malleus maleficarum, El martillo de las brujas, que trae a colación a Ulrike Meinhof. La videoinstalación Cállate, no, habla, encarnando el discurso “Escupamos sobre Hegel” de la filósofa italiana Carla Lonzi, cabeza del movimiento Rivolta Femminile. Enlaza directamente con la gran instalación ya en la segunda sala La casa de exposición moral, presentada en la Documenta de Kassel en 2012. Rodeada por imágenes y símbolos gráficos creados por Fumai en uno de sus últimos trabajos, una colaboración propuesta por el Club Maria, interesadas en la intersección entre teología y feminismo. La respuesta, una vez más, es radical, irreverente y esotérica.
El título de esta exposición, inspirado en la camiseta de un muñeco en el que trabajaba al final de sus días, e interpretado como un último autorretrato, alude con melancolía a la pérdida prematura de esta gran ventrílocua.