El arte de la confección de tejidos emerge en la exposición Textiles de artistas de la Fundación Barrié de La Coruña como un modo de conocimiento del mundo que trasciende la, quizá, ingenua intencionalidad política de democratizar el arte a través de los objetos cotidianos. Que empresas como White Stag utilizaran los estampados de tauromaquias de Pablo Picasso para confeccionar prendas après ski poco tiene de democratización y mucho de exclusividad, aunque no por ello disminuya su valor histórico como testimonio de una época.
La muestra, ideada por Zandra Rodhes, una diseñadora textil icónica de los sesenta y fundadora del Fashion and Textile Museum de Londres, museo del que parte el proyecto, junto al comisario Dennis Nothdruft, propone el arte textil como algo más que una expansión de lo pictórico, también como deseo del espíritu de una época y, sobre todo, como soporte para las vanguardias artísticas del siglo XX.
El diseño textil conecta disciplinas como la arquitectura y la moda. Se vuelve medio y mensaje
Ñroducida en 2014, en su octava itinerancia (después de haber visitado países como Estados Unidos, Canadá o China) teje una completa revisión historiográfica con más de 130 piezas de diseños textiles del siglo XX y un anexo del XXI, y reúne artistas icónicos como Picasso, Dalí, Chagall, Moore, Miró o Matisse hasta Damien Hirst o Sterling Ruby –con algunas piezas que se muestran ahora en primicia mundial, como los estampados de helados de Andy Warhol–. Sitúa además a la ciudad herculina como un destino privilegiado para ver moda.
Gran Bretaña desde finales del siglo XIX ha liderado junto a la Bauhaus alemana la lucha por equiparar las artes aplicadas a las bellas artes. Comenzó primero con el movimiento Arts & Crafts, cuyo fundador William Morris afirmó de modo revolucionario que “lo útil ha de ser bello y lo bello útil”, y pasó después por el grupo de Bloomsbury del que surgen los Talleres Omega en 1913, o el Independent Group. En 1954 dos de sus miembros, Eduardo Paolozzi y el fotógrafo Nigel Henderson, crearon junto a sus esposas, la diseñadora Freda Paolozzi y la antropóloga Judith Stephen, una cooperativa llamada Hammer Prints Ltd. en la que darían cabida a todos los aspectos del interiorismo reflexionando sobre la sociedad de consumo a partir de material fotográfico, papel de prensa u objetos urbanos encontrados borrando todos los límites entre disciplinas.
No está de más contextualizar lo textil como vector de lo industrial en cuyo éxito confluyen múltiples factores: los avances de la Revolución Industrial con telares automatizados que disparan la producción en serie a ínfimos costes, las nuevas técnicas de estampación y la obtención de pigmentos en laboratorios con colores más duraderos. Tampoco se puede olvidar su dimensión estética, con la búsqueda de tonos y formas “a la moda” que además representaran una cosmovisión de la modernidad en sintonía con la nueva sociedad postbélica, su privilegiada situación geopolítica, con la industria textil algodonera inglesa y luego la norteamericana dominando los mercados internacionales, pasando por su vertiente sociológica, con la atomización de todos estos procesos en la fábrica en lugar del taller, donde el artista se convierte en una pieza más del engranaje con poco margen para la experimentación.
La historia del arte moderno puede destilarse del análisis estilístico de los patrones gráficos y los estampados. En Textiles de artistas podemos ver cómo los diferentes movimientos artísticos de las vanguardias –fauvismo, constructivismo, surrealismo o pop– han creado alianzas poderosas con el arte textil desde las atalayas británica y norteamericana, cuyas industrias renacieron de las privaciones de las guerras gracias a la exportación de sus tejidos.
Destaca la primera pieza del recorrido expositivo, un tapiz de Damien Hirst titulado Entra en el infinito: Revelación (2016) un exquisito trabajo en tela Jacquard, a partir de una de sus famosas pinturas Giro, realizado en colores primarios que se mezclan en el ojo y no en el lienzo, debido al movimiento explosivo de la propia composición. Otro fantástico ejemplo es la ilustración satírica del arquitecto e ilustrador rumano Saul Steinberg, que salta desde las páginas de la revista The New Yorker en el año 54 a los tejidos destinados al mercado interiorista de alta calidad. El encargo de Piazza Prints tuvo un enorme éxito manteniendo el estilo Steinberg como buque insignia de la marca hasta 1968.
El diseño textil, en definitiva, conecta disciplinas como la arquitectura, el diseño de moda o de interiores y se vuelve medio y mensaje, identidad artística de pleno derecho diluyendo la sofocante experiencia de lo doméstico y haciendo nuestras vidas un poco mejores. Nunca podremos colgar un Picasso en nuestras paredes, pero sí sobre nuestros cuerpos.